Bocadillos espirituales para vivir la Cuaresma: Martes de la 1 a. Semana – Ciclo B


Flickr: arosadocel



“Dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que se lo pidáis.

Vosotros rezad así: “Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que no han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino libras del Maligno”.
(Mt 6,7-15)


A Dios le sobran las palabras.

A Dios no le ganamos con nuestras palabras.

No es la lengua la que realmente habla con Dios.

Con Dios habla el corazón.

Y el corazón tiene pocas palabras.

Y las palabras del corazón con amor y vida.

La mejor palabra de una madre para con su hijo es estrecharlo contra su corazón.

Por eso, la mejor oración puede que sea el silencio que escucha.

No somos nosotros los que tenemos que decirle cosas, que ya se las sabe.

Es El quien tiene mucho que decirnos.

Oramos escuchando, oramos en silencio, oramos con el corazón tranquilo y sereno.


La Cuaresma más que tempo de ayuno es tiempo de oración.

El ayuno es cosa de estómago.

La oración es cosa del corazón.

Y las cosas del corazón son cosas de amistad.

Santa Teresa cuando comienza a hablar de su vida de oración dice: “Y ahora comenzamos a hablar cosas de amistad”.


Jesús fe el primero en rezar el Padre nuestro.

Tal vez el único Padre nuestro bien rezado de la historia.

No se trata de una oración de pedigüeños, sino una oración de vivencia y sintonía con los intereses de Dios.


La base de toda verdadera oración implica tres grandes actitudes y experiencias:

La experiencia de la paternidad de Dios.

Es la confesión de Dios como Padre.

Es el reconocimiento de Dios como Padre.

Es un dejarnos transformar por la experiencia de la paternidad de Dios.


Y por tanto es la experiencia gozosa de nosotros como hijos.

Es la experiencia de nuestra filiación divina.

Es sentirnos hijos de Dios.

Es confesarnos hijos de Dios.

Es reconocer nuestra dignidad de hijos.

Es ponernos en actitud de hijos.


Pero Dios es “Padre “nuestro”.

Por eso rezar el Padre nuestro significa también:

Reconocer que no somos “hijos únicos”.

Reconocer que también los demás son “hijos”.

Es ver a los demás como “hijos”.

Es ver a los demás como “hermanos”.

Es vernos, por tanto, como “familia”.

Es vivir como “familia”.


Dios no es “mío”.

No le rezo como si fuese propiedad mía.

Le rezo en la vivencia de filiación, fraternidad, familia.

Un rezo que, más que pedirle pequeñeces, “Dios ya sabe lo que necesitamos”, es comprometernos:

Con unas relaciones nuevas con El.

Con unas relaciones nuevas entre nosotros, al margen de nuestras condiciones humanas.

Con unas relaciones nuevas universales.


El Reino de Dios comienza por una humanidad que se ve como familia.

El único camino para cambiar el mundo es sentirnos todos familia.

Son inútiles las leyes de la justicia social, mientras no tengamos conciencia de que somos familia.

¿Queremos que el mundo cambie?

Convirtámoslo en familia.

Y esa es la experiencia de nuestra verdadera oración.

Sin esta experiencia nuestra oración son simples palabras.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo B, Cuaresma Tagged: oracion, padre nuestro, rezar
22:23

Publicar un comentario

[facebook][blogger]

SacerdotesCatolicos

{facebook#https://www.facebook.com/pg/sacerdotes.catolicos.evangelizando} {twitter#https://twitter.com/ofsmexico} {google-plus#https://plus.google.com/+SacerdotesCatolicos} {pinterest#} {youtube#https://www.youtube.com/channel/UCfnrkUkpqrCpGFluxeM6-LA} {instagram#}

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets