“Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29-34). Juan el Bautista ve pasar a Jesús y dice: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Mientras otros ven pasar a Jesús y dicen: “Es el hijo del carpintero” (cfr. Mt 13, 55), Juan el Bautista, en cambio, dice: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Juan el Bautista ve lo que otros no ven, y lo ve porque está iluminado por el mismo Espíritu Santo, tal como él lo declara: “Y Juan dio este testimonio: “He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo’. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios”.
Juan ve al Espíritu Santo descender sobre Jesucristo en forma de paloma, y lo ve permanecer sobre Él; es la señal que Dios Padre, que es quien ha enviado a Juan a predicar la Llegada del Mesías, de que Jesús es el Hijo de Dios; a su vez, Juan puede ver al Espíritu Santo, porque él mismo está iluminado por el Espíritu Santo; de otra forma, le sería imposible saber que Jesús es el “Hijo de Dios”, el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” y “el que bautiza en el Espíritu Santo”.
“Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. A imitación del Bautista, que en Jesús ve, no “al hijo del carpintero”, sino al “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, porque está iluminado por el Espíritu Santo, el cristiano, porque está iluminado por la fe de la Iglesia, inhabitada por el Espíritu Santo, al ver la Eucaristía, dice: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, porque el cristiano ve, con los ojos del espíritu, iluminados por la luz de la fe, lo que el mundo no ve: mientras el mundo ve, en la Eucaristía, solo un poco de pan bendecido, el cristiano ve a Jesús, el Hijo de Dios, el Mesías, que bautiza en el Espíritu Santo, y junto al Bautista, dice: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Y, al igual que el Bautista dio su vida por la Verdad de Jesús como Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, así también el cristiano debe estar dispuesto a dar su vida, testimoniando la Verdad de la Eucaristía: la Eucaristía es Jesús, el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
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