Qué lejos me parecía el 2019 de Blade Runner cuando vi la película en los años 80. Y ahora sólo faltan cuatro años. De momento no tenemos coches voladores ni podemos comprar en El Corte Inglés robots humanos, pero los dos autores del guión no pudieron saber cómo nos cambiaría la vida Internet y la telefonía móvil.
Tampoco vislumbraron el inmenso poder de la dictadura del imperio chino, ni la gran recesión de Occidente o la cruzada musulmana con su interminable lista de mártires cristianos.
Los europeos y norteamericanos tenemos la sensación de haber perdido el optimismo en el futuro que tuvimos durante las décadas anteriores al año 2000. Ciertamente desde los atentados del 11S, el mundo a nivel global parece estar sufriendo una lenta involución; lenta y leve, pero sostenida y que no se logra atajar.
Pero esto no es lo que más importa ahora mismo. Lo más importante es encontrar la tostadora que mi madre ha guardado en algún rincón bien escondido de la cocina, de la casa o del trastero del sótano. Cuando mi madre viene por Navidad, debe pensar que días después de que se haya marchado, por pura deducción lógica yo sabré donde ha dejado las tijeras o la tostadora. Lo del dominio del poder chino ya lo daba por descontado desde hacía tiempo. Pero lo de la pérdida de la tostadora, no.
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