“Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan que le preguntaran: “Tú, ¿quién eres?” El contestó: “Yo no soy el Mesías”. “Yo soy la voz que grita en el desierto: “allanad el camino del Señor”. “Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, en el viene detrás de mí, y a que no soy digno de desatarle la correa de su sandalia”. (Jn 1,19-28)
Solo los hombres especiales crean preguntas en la gente.
Solo los hombres especiales crean inquietudes en los demás.
Los vulgares pasamos desapercibidos.
Los que somos como todo el mundo pasan al anonimato.
La gente veía en Juan algo especial.
La gente veía en Juan algo distinto que sorprendía.
Juan era de esos hombres que, incluso en pleno desierto:
Creaba preocupación en los Jefes de Jerusalén.
Creaba inquietudes y preguntas en los mismos Jefes religiosos.
Sin decir nada inquietaba las vidas de los demás.
Su vida hablaba por él.
Personalmente me encantan esas vidas que van dejando preguntas por el camino.
“Tú ¿quién eres?”
Pero me encantan más aquellos que:
Conociéndose a sí mismo no se dan importancia.
Conociéndose a sí mismo no se sienten superiores a nadie.
Juan se define a sí mismo con tres rasgos fundamentales:
“El no es lo que los demás piensan”.
“El es la voz de otro que es superior a él”.
“El es el que se siente menos que los demás”.
Todo lo contrario a lo que sucede con nosotros que:
Nos encanta ser superiores a los demás.
Nos encanta sentirnos más que los demás.
Nos encanta poner como nuestro pedestal a los demás.
Nos encanta que nos admiren.
Juan se define a sí mismo:
No desde sí mismo, sino desde su misión.
Se siente identificado con la misión que Dios le ha encomendado.
Por eso, Juan se define por ser:
“voz de Dios”.
“voz que proclama a Dios allí donde todo es silencio de Dios”.
“voz que anuncia al Mesías que está viniendo, que ya está pero nadie le conoce”.
Su misión no es hacer grandes cosas,
Sino anunciar a Dios en medio de los hombres, pero un Dios que no conocemos.
¿Pudiéramos nosotros ser como la voz de Dios en el desierto donde nadie se interesa por él?
¿Pudiéramos ser los parlantes del micrófono de Jesús hoy en el mundo?
¿Pudiéramos ser voz que proclama y anuncia allí donde todos silencian a Dios?
No se trata de sentirnos más que los demás.
Se trata de ser capaces de reconocernos como Dios nos reconoce.
Se trata de ser aquello para lo que Dios nos ha llamado.
Se trata de ser aquello que Dios espera de nosotros.
Se trata de ser nuestra verdad, que es la verdad de Dios.
Se trata de vivir nuestra verdad respondiendo a la misión que Dios nos encomendó.
Se trata de definirnos desde nuestra misión.
Se trata de definirnos no desde nuestro apellido y pergaminos, sino desde nuestra relación con Jesús.
Ser lo que somos:
Cuando nuestro ser se expresa en nuestro hacer.
Ser creyente viviendo como creyente.
Ser bautizado y vivir como bautizados.
Ser casados y vivir como casados.
Ser sacerdote y vivir como sacerdote.
Ser consagrado y vivir como consagrado.
El ser que se expresa en el hacer.
El hacer que expresa nuestro ser.
Juan es un hombre de una sola pieza, capaz de definir su ser por su hacer.
Nada de dualidades entre ser y hacer.
Entre vivir y hacer.
Entre fe y vida.
Clemente Sobrado C. P.
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