Bocadillos espirituales para vivir el Adviento: Domingo 4 – Ciclo B

“María contestó:“Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra”.

Y la dejó el ángel”. (Lc 1,26-38)


Entramos a la recta final del Adviento.

Y el primero en llegar a la meta es, nada menos que el mismo Dios.

Es el domingo de los riesgos. ¿Te parece extraña esta frase?

Pues a mí, se me hace familiar.

Es el riesgo de Dios de fiarse y de necesitar a una sencilla mujer del pueblo.

Es el riesgo de María, el riesgo de los sencillos que aun mantienen viva la fe.

Es el riesgo de Dios, por fiarse y poder fracasar en el hombre.

Es el riesgo del hombre, fiándose de la Palabra de Dios.

Es el riesgo de Dios, por respetar la libertad humana y pedirle permiso a María.

Pero es también el riesgo de María, por fiarse de la Palabra de Dios y arriesgarlo todo. “Hágase en mí, según tu palabra”.


Pero es un riesgo que tiene su encanto y su belleza.

En un mundo, en que la palabra apenas vale nada, María se nos adelanta y se fía de la “palabra de Dios”.

Mientras la palabra de los hombres se devalúa, María revaloriza la “palabra de Dios”.

Hasta Isabel declara a María bienaventurada, “porque has creído lo que se te ha dicho”.

Dios y María no en competencia de palabras, pero sí en competencia de confianzas, de fiarse el uno del uno.

Dios que se fía y corre el riesgo de la decisión de María.

María que se fía de la palabra y corre el riesgo de las consecuencias de la palabra de Dios.

Porque Dios también es de los “pide un dedo y se queda con la mano”, “pide la mano y se queda con el brazo”, “pide el brazo y se quedo con todo el cuerpo”.

Un sí a Dios, es un sí a lo imprevisible.

Un sí a Dios, es correr los mismos riesgos de Dios.


Es Dios el que se arriesga primero, porque es El quien habla y anuncia y pide permiso primero.

María no hace sino responder a la iniciativa de Dios.

Y esa es la historia de todos.

Nunca logramos tomarle la delantera a Dios.

Aunque ya es bastante el que podamos seguirle por detrás.


Es el amor, el que hace que Dios se fíe de María y del hombre.

Es el amor, el que hace que María se fíe de Dios.

Es la fe de Dios en María, lo que hace que Dios quiera correr el riesgo del sí o del no.

Es la fe de María en Dios, lo que hace que María cierre los ojos y se lance en brazos de Dios dispuesta a lo que venga.


Por eso decimos que, la Navidad es:

la “fiesta de la Palabra”.

“Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”.

la fiesta de la confianza de Dios en los hombres.

la fiesta del riesgo de Dios que se hace hombre.

la fiesta de los que creen en la Palabra.

es la fiesta de los que se fían, contemplando a un niño, y son capaces de descubrir el rostro de Dios.


Por eso, María es “la mujer del doble Adviento”:

Del Adviento que vivió y compartió con su pueblo, a la espera del anunciado que tenía que venir. Un Adviento de siglos.

Del Adviento que vivió, durante nueve meses, hasta ver con sus propios ojos al que todos esperaban y que ella guardaba secretamente en su vientre virginal.

Del Adviento de la esperanza que ya está germinando, como el trigo, dentro de ella y que en Navidad se hará espiga madura.

Del Adviento de cuantos creemos y nos fiamos de “lo que Dios nos ha dicho”.

Porque aquí todos queremos ser “los esclavos del Señor


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Adviento, Ciclo B, Maria Tagged: Adviento, anunciacion, confianza, Dios, encarnacion, hijo, Jesus, maria, palabra,
10:07

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