Un propósito nocturno. Lo cuelgo en el globo para no olvidarlo.
Hoy, en el viejo oratorio de Gaztelueta ―el único que conocí mientras fui alumno de este colegio―, hemos tenido la Adoración y bendición solemne del Santísimo Sacramento, y, ante el Señor expuesto en la Custodia, hemos renovado la Consagración del Opus Dei al Espíritu Santo, que San Josemaría hizo por primera vez el 30 de mayo de 1971.
El pequeño oratorio estaba abarrotado y hacía mucho calor, pero las palabras de la consagración leídas por el director del centro, me han sonado nuevas y conmovedoras, como si nunca las hubiese oído antes:
“Concede la paz a tu Iglesia para que todos los católicos, llenos del Espíritu Santo, den siempre a los hombres testimonio firme y verdadero de la fe, muestra efectiva de su amor y razón de su esperanza” (…)
“Te consagramos el Opus Dei y nuestra vida entera. Te ofrecemos todo cuanto somos y podemos: nuestra inteligencia y nuestra voluntad, nuestro corazón, nuestros sentidos, nuestra alma y nuestro cuerpo”.
La oración es mucho más larga, pero creo que aún conservo memoria suficiente para aprendérmela palabra por palabra y recitarla de vez en cuando. ¿Cada día? Veremos.
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