El error en el Cónclave y los seis escrutinios


Poco a poco surgen más detalles de la elección de Jorge Mario Bergoglio como Papa. Entre otras cosas que el nuevo pontífice fue proclamado tras seis votaciones de los cardenales reunidos en la Capilla Sixtina y no después de cinco, como hasta ahora se había creído. Un error en el conteo de los votos provocó la anulación del quinto escrutinio y se pasó inmediatamente al sexto donde finalmente el arzobispo de Buenos Aires obtuvo los votos necesarios para convertirse en Papa. Aquí una breve reconstrucción del más reciente Cónclave.


Todo ocurrió la tarde del miércoles 13 de marzo. Después de las 16:00 horas local (14:00 GMT) los 115 cardenales presentes en Roma se dirigieron a las sesión vespertina de votaciones tras el almuerzo en la Casa de Santa Marta. Adentro de la Sixtina se procedió a un nuevo escritunio. A esa altura de las votaciones Bergoglio se perfilaba como favorito habiendo obtenido los consensos de la mayoría de los cardenales latinoamericanos y estadounidenses.


En el cuarto escrutinio quedó muy cerca de obtener los 77 votos necesarios para ser proclamado Papa. Como el mismo Francisco confesó, el sentimiento de agitación crecía en él cada vez que resonaba su nombre en el centenario recinto. Cada vez que eso ocurría el cardenal que estaba sentado a su lado, el brasileño Claudio Hummes y arzobispo emérito de San Paulo, lo consolaba. Así se llegó a la quinta votación, pasadas las 17:00 horas.


Uno a uno los cardenales pasaron a depositar sus papeletas en las urnas redondas ubicadas sobre una mesa en el centro de la Capilla, frente al fresco del Juicio Final de Miguel Angel. Una vez colocados todos los votos, los escrutadores pasaron al ejercicio de conteo. Junto a la mesa estaba parado el cardenal Juan Sandoval Iñiguez, arzobispo emérito de Guadalajara. Su rol era totalmente imprevisto.



El día anterior, al inicio de la primera votación, los escrutadores comenzaron a tener problemas de audio. Sus voces eran tan tenues que no todos los cardenales presentes podían escuchar sus palabras. Ante la imposibilidad de instalar un micrófono, por temor a las interceptaciones externas, el vicedecano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, llamó a Sandoval y le pidió que apoyase cantando los votos. Fue así como en cada votación el purpurado mexicano gritó a todo pulmón lo que los escrutadores decían. Gracias a esa labor se ganó el apelativo de “micrófono de Dios".


En cada una de las votaciones primero se contaban todas las papeletas, para evitar problemas de números. Una vez confirmada la presencia de las 115 se pasaba a contabilizar los nominativos de los votados. Pero en el quinto escrutinio algo salió mal. Al momento del conteo se registraron 116 papeletas. Por alguna razón inexplicable uno de los cardenales colocó dos papeletas. Por eso se decidió anular aquella votación sin siquiera abrir las fichas. Inmediatamente se dio paso a una nueva ronda electoral.


Poco antes de las 19:00 horas (18:00 GMT) de ese miércoles 13 de marzo Bergoglio superó los 77 votos necesarios para ser elegido Papa. Seis minutos más tarde las papeletas del cuarto, quinto y sexto escrutinios fueron quemados en las estufas que provocaron el humo blanco con el cual se anunció al mundo la elección de un nuevo obispo de Roma.


A diferencia de lo que se había pensado en un inicio (este servidor también lo pensó), el cardenal argentino no obtuvo una ventaja excesiva en la primera votación. Como su elección había caído tras apenas cinco rondas -eso se pensaba antes, ahora se sabe que fueron seis-, era normal suponer que su nombre había salido muy favorecido ya desde el primer escrutinio. Pero la realidad fue diversa.


En la tarde del martes 12 de marzo los cardenales votados fueron muchos. La dispersión de votos fue muy grande. Bergoglio ni siquiera fue el más votado, algunos otros obtuvieron mayores consensos. De ahí en más se desencadenó un efecto filtro.


En el segundo escrutinio los votados fueron mucho menos, pero el futuro Papa (aún obteniendo mayor número de sufragios) no se despegó de los otros purpurados con votos. Fue hasta el tercer escrutinio cuando su candidatura tomó vuelo. Al parecer los cardenales latinoamericanos, los estadounidenses y algunos italianos “insospechados” hicieron la diferencia.


Muchos de los “papables” que se habían ventilado en los días previos al Cónclave, una vez dentro de la Sixtina no obtuvieron los consensos esperados. El más importante de ellos: Angelo Scola.


El día antes al inicio del Cónclave los diarios italianos concedían al arzobispo de Milán un paquete de 40 votos. Finalmente obtuvo varias decenas menos de sufragios. En el caso de Latinoamérica se había barajado la opción de Pedro Odilo Scherer, arzobispo de Sao Paulo, como un candidato fuerte. Pero la alternativa nunca cuajó y aunque obtuvo algunos apoyos, terminaron siendo demasiado marginales.


También se habló del actual arzobispo de Guadalajara y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, José Francisco Robles Ortega, quien finalmente no obtuvo ningún voto aunque el diario italiano “Il Corriere della Sera” lo incluyó en la lista de sus 10 “papables” seguros el mismo día de inicio del Cónclave.


Todos los debates fuera de la Capilla Sixtina quedaron anulados una vez iniciadas las votaciones. Aquellos cardenales que habían pensado en un Papa relativamente jóven, más cercano a los 70 años, cambiaron de opinión. Especialmente tras ver los consensos adquiridos por Bergoglio. Una candidatura que pareció no tener un “gran elector". Que irrumpió por sorpresa y se consolidó gracias a una profunda voluntad de cambio.


Así, en ese sexto escrutinio y tras los 77 votos obtenidos, se alzó un aplauso entre los cardenales. Inmediatamente Hummes se alzó y abrazó al nuevo pontífice. Le susurró al oído: “No te olvides de los pobres". En esa frase se encerraba un nombre: Francisco, en honor al santo de Asís.


Tras el conteo final de los 115 sufragios, el vicedecano Re se acercó a Bergoglio y, conforme al ritual, le preguntó si aceptaba la elección. Él respondió: “Soy un gran pecador, confiando en la misericordia y en la paciencia de Dios. En el sufrimiento, acepto”.



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