Ayer paseaba con un amigo mío por la calle Serrano. Íbamos hablando de la fe y de lo difícil que resulta a veces ver a Dios detrás de las personas y los acontecimientos.
―Mira, Goyo ―me decía―; hay cosas que son imposibles de creer. Es como si me dijeras que va a aparecer un elefante por la calle Serrano.
Apenas había terminado de decirlo cuando apareció un enorme pavo real posado encima de un coche. Ni él ni yo vimos de dónde había salido, pero el pavo real estaba allí. Nos quedamos atónitos. Es como si Dios nos dijera: "aquí estoy, aunque os cueste creerlo".
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