Del Vatican Insider
La violencia y el crimen organizado no respetan a nadie en México. Se abaten incluso sobre los hombres de la Iglesia, obispos y sacerdotes por igual. Tanto que la Conferencia del Episcopado debió intervenir para sumarse al reclamo de uno de sus miembros quien en una carta denunció las plagas que asolan su diócesis: levantones, secuestros y asesinatos. Flagelos que han obligado a cerrar un seminario.
Firmado por su presidente, el cardenal de Guadalajara José Francisco Robles Ortega, un comunicado de los obispos -emitido hace unos días- apoyó la denuncia del pastor de Apatzingán, Miguel Patiño Velázquez. Según el clérigo, en el Estado de Michoacán (occidente mexicano), la acción de las bandas criminales se ha recrudecido obligando a familias enteras a emigrar por el miedo y la inseguridad.
Patiño apuntó el dedo contra varios grupos criminales dedicados principalmente al narcotráfico (La Familia, Los Zetas, Nueva Generación y Los Templarios), los cuales se disputan la zona y amenazan a la población, pero también cargó contra las autoridades las cuales, dijo, no han descubierto ni una de las casas de seguridad utilizadas por los malviventes.
Su clamor no es injustificado. El grado de descomposición social que padece Michoacán parece inaudito. Su territorio es teatro de una encarnizada lucha entre cárteles y grupos de autodefensa, civiles armados que se ocupan de su propia seguridad. En seis municipios las autodefensas han llegado incluso a expulsar al crimen organizado.
La situación ha llegado a tal extremo que el texto de la Conferencia del Episcopado lamentó que incluso la atención pastoral a los fieles se esté viendo afectada por las amenazas, como lo denunció públicamente Javier Navarro Rodríguez, obispo de Zamora.
“Solicitamos a las autoridades federales, estatales y municipales una acción pronta y eficaz ante la injusticia de los levantones, secuestros, asesinatos y cobro de cuotas que afectan al bien de tantas personas y comunidades, y les pedimos estrategias para favorecer la calidad de vida de los ciudadanos y su desarrollo integral", pidió la nota de la CEM.
“Asimismo, invitamos a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a sumar esfuerzos para enfrentar positiva, creativa y solidariamente toda forma de violencia, a fin de edificar una sociedad justa, pacífica y próspera", agregó.
La ingobernabilidad en vastas zonas es palpable. “Aquí mandan los narcos", confesó preocupado el ex alcalde de uno de los municipios michoacanos (La Piedad), Ricardo Guzmán Romero, a un sacerdote amigo suyo a inicios de 2011. Era un buen cristiano, ex militante de la Acción Católica. El 2 de noviembre de aquel mismo año fue asesinado por sicarios a plena luz del día.
La degradación ha llegado a amenazar la supervivencia misma de la Iglesia católica. En agosto pasado el mismo obispo Patiño Velásquez anunció el cierre del Seminario San José y Santa María de Apatzingán por causa de la inseguridad.
“Los alumnos que vienen al seminario pertenecen a los ranchos y poblados que actualmente están copados por el crimen organizado. Esto ha provocado una disminución de vocaciones, lo que nos ha obligado a cerrar”, dijo entonces al semanario Desde la Fe de la Arquidiócesis de México. Ante la escacez de vocaciones, los pocos seminaristas fueron trasladados al Seminario de la vecina diócesis de Zamora.
Ahora, tras las denuncias de Patiño, se teme por su seguridad. Por eso el mismo Desde la Fe publicó: “Tampoco se puede dejar de advertir sobre los riesgos que enfrenta el obispo mexicano tras estas denuncias, y solicitar a las autoridades implementar medidas de seguridad para salvaguardar su integridad".
Serafines susurran.- Que fue evidentemente distinta la reacción del episcopado mexicano en esta ocasión, al salir a apoyar y cerrar filas en torno al obispo de Apatzingan, que lo ocurrido en un caso similar en 2009. A mediados de abril de ese año el actual arzobispo de Durango, Héctor González, aseguró que el poderoso narcotraficante y líder del cártel de Sinaloa, Joaquín Guzmán Loera (alias “el Chapo"), vive en la localidad duranguense de Guanaceví, a 300 kilómetros de la capital del estado.
“Más adelante de Guanaceví, por ahí vive el Chapo. Todos lo sabemos, menos la autoridad". Una frase bastó para desatar una terrible crisis. Ante las primeras presiones el prelado no se retractó e insistió en sus dichos. Eso avivó la candela y desató una andanada de presiones contra él. Fueron días durísimos. Hasta la sede del arzobispado llegaron llamados telefónicos de personajes de diverso calibre. Todos pedían un cambio de versión, un desmentido. Eran tiempos del presidente Felipe Calderón Hinojosa, el cual había hecho de la lucha contra el narcotráfico el eje de su gestión. Los dichos del arzobispo lo pusieron en aprietos.
A tales grados llegó la presión que debió intervenir un equipo de asesores en comunicación enviado directamente de la Conferencia del Episcopado Mexicano. Finalmente tocó a su portavoz salir a “corregir el tiro". Tras una semana de jaloneos terminó reconociendo que los dichos de su jefe fueron “irresponsables” y “peligrosos". Dos características que técnicamente eran verdad, pero que restaron toda la autoridad moral al arzobispo.
Lo más llamativo fue que los obispos dejaron prácticamente solo a González. No hubo públicos cierres de filas. Toda la situación terminó por golpear mucho al arzobispo, incluso en el aspecto físico. Durante semanas se sumió en una depresión que logró superar a fuerza de empeño y oración. Desde aquellas polémicas declaraciones vive escoltado, ante posibles represalias.
Querubines replican.- Que este miércoles viajó a Roma desde Padua el flamante secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin. Antes de hacerlo visitó la sede de la Prefectura de esa ciudad del norte italiano para agradecer a las autoridades locales el apoyo en seguridad que le brindaron durante su estancia en un hospital de allí.
Justo unos días antes de su programada asunción de su nuevo cargo, el “número dos” del Vaticano debió ser trasladado al pabellón hepato biliar del nosocomio, donde fue sometido a una intervención quirúrgica. Por esta razón no pudo estar presente el 15 de octubre en la audiencia durante la cual el anterior secretario, Tarcisio Bertone, dejó su puesto. Debía ser un paso de estafeta, pero finalmente uno de los corredores no estuvo ausente.
El Vaticano confirmó la operación pero no dio ningún dato al respecto, ni siquiera la naturaleza de la dolencia. Ante tal silencio se multiplicaron las especulaciones, que fueron de la simple apendicitis al cáncer terminal. Ni una cosa ni la otra. Finalmente se supo que a Parolín le fue extirpado sí un tumor, pero que resultó ser benigno. Se le detectó a tiempo y eso fue clave para su total extirpación. El diagnóstico final fue tranquilizador, la curación definitiva.
Por eso algunos días después el portavoz vaticano, Federico Lombardi, emitió un comunicado para decir que todo había salido sin problemas y que la operación no tuvo mayores complicaciones. Todo verdad, aunque nunca dijo el motivo de la intervención, que -como suele pasar con demasiadas cosas en El Vaticano- quedó bajo cinco silencios.
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