Ana era una chica cordial, charlatana, entusiasta…, y me temo que un pelín desconfiada. Un día descubrí que, además de cantautora, también era poeta, y me enseñó unos papeles repletos de vida y sensibilidad.
—¿Qué vas a hacer cuando termines la carrera?, le pregunté.
—Yo lo que quiero es comprarme una ambulancia y recorrer Cádiz buscando enfermos.
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