“Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, junto al lago, en el territorio de Zabulón y país de Neftalí. Camino del mar, al oro lado del Jordán, Galilea de los Gentiles. El pueblo que andaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombra de muerte una luz les brilló”.
(Mt 4,12-17.23-25)
El Evangelio de hoy pone el marco donde Jesús ejercitó su ministerio salvífico.
Es el marco geográfico donde desarrolló prácticamente toda su actividad.
Tal vez debiéramos leerlo en clave pastoral.
Tal vez la Iglesia debiera verse a sí misma en el cumplimiento de su misión.
Porque aquí Jesús pone de manifiesto lo que tendrá que ser luego la actividad del Reino.
Puede extrañarnos, pero ese es el estilo y el camino del Evangelio.
Citemos algunos rasgos:
Jesús comienza su predicación en los márgenes.
Jesús sale del centro y se va a la periferia.
Jesús comienza y ejerce su misión entre los marginados y excluidos.
Galilea está en el extremo.
Galilea a penas es considerada tanto política como religiosamente.
Galilea como zona margina es una zona pobre.
Galilea es zona pobre, por tanto de hambre y de enfermos.
Galilea “de los gentiles” porque también es pobre religiosamente.
Tierra de sombras y de muerte.
Pensemos hoy en nuestras ciudades.
Pensemos en los cinturones de miseria.
Pensemos en los marginados sin agua ni desague.
Pensemos en los marginados que no tienen casa sino unas esteras.
Pensemos en los marginados que son los menos atendidos.
¿No tendrían que ser precisamente estos cinturones de pobreza los proferidos de la presencia de la Iglesia?
¿No tendría que ser estos cinturones de marginación los primeros en merecer la atención de la Iglesia?
¿Dónde está la Iglesia?
En el centro de las ciudades o en los márgenes.
¿Dónde hay más Iglesias, más sacerdotes?
¿Dónde hay más presencia de las fuerzas vivas de la Iglesia?
Jesús comenzó por esa tierra de tinieblas y sombras de muerte:
Porque para él los preferidos son los abandonados.
Porque quería comenzar sembrando ilusión y esperanza, precisamente donde otros sembraron desilusión y desesperanza.
Por eso también comenzó:
No tanto explicando la ley en el Templo.
No tanto explicando la religión.
Sino acercándose a los hombres necesitados.
Acercándose a los pobres.
Les hablaba de Dios revalorizando a la gente.
Les hablaba de Dios dando de comer a los que le seguían.
Les hablaba de Dios sanando y curando a los enfermos.
Dios habla más con actitudes que con palabras.
Dios habla más con gestos de amor a los necesitados que con palabras.
Dios habla más con lo que hace que con lo que dice.
Por eso “su fama se extendió por toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, poseídos, lunáticos y paralíticos. Y le seguían multitudes venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania”.
El centro los había echado fuera.
Y ahora es el centro que acude a la periferia, buscando lo que no encontraba en el centro.
Clemente Sobrado C. P.
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