Yo animo a los sacerdotes a rezar el breviario en el confesionario. Sólo haciendo eso, ya se está más de una hora allí. Aunque en las parroquias donde yo estuve de párroco, bastaba con media hora diaria. Siempre era fiel a esa media hora de confesionario antes de la misa. Dejaba todo preparado para la misa. De forma que era levantarme del confesionario e ir a la sacristía a revestirme. Pero en una parroquia más grande, con más fieles, lo mejor es rezar allí el breviario.
Soy muy contrario a que el sacerdote se siente en un banco con la estola morada. La gente se anima más a confesarse, si uno está en el confesionario. En el banco, se ve más al hombre, al ser humano. En el confesionario, es más fácil imaginarse a Cristo allí, es más fácil imaginarse la voz de Dios.
En el banco uno está sentado al lado del sacerdote. En el confesionario, uno se arrodilla ante Cristo que perdona.
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