Estoy celebrando mis treinta y cinco años de sacerdocio con una veintena de sacerdotes, unido a los compañeros que en este día fuimos ordenados y que están dispersos por otros lugares.
Con sencillez, pero con alegría, recuerdo aquellos inolvidables momentos, llenos de esperanza. Han transcurrido los años y se han cumplido todas aquellas espectativas con creces. Ciertamente, no como yo había soñado, pero sí que excediendo y desbordando mi imaginación.
Doy gracias a Dios de corazón y le pido me siga acompañando en estos apasionantes años de ministerio sacerdotal, ahora como párroco. Y para mis compañeros, deseo también alegrías y que no les falte la ilusión.
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