La historia de España está empedrada de sucesos donde el duelo era la trama esencial de unas vidas atormentadas por los celos, la embriaguez, el lujo, el juego, la lujuria, el robo, en definitiva el pecado enraizado en corazones duros de los protagonistas.
La pintura, la literatura, las coplas de ciego, el teatro, siempre han recogido a ese par de tipos que dirimían sus diferencias con una espada, pistola y dos padrinos, todos vestidos de negros para dar más ambiente fúnebre a la propia muerte de uno o de los dos contendientes.
Como en la televisión está todo inventado, ahora, dentro de las tertulias habituales se ha rescatado del armario de guardarropía el duelo entre dos personas, en la mayoría de los casos con signos contrarios de pensamiento, donde debaten dialécticamente sobre un tema en el que tienen opiniones contrarias. Los padrinos del duelo son el resto de miembros de la tertulia habitual.
¿Sirve para algo este reencuentro con el duelo tan español?
Según vengo viendo en televisiones privadas en manos de la derecha, o de la izquierda, o sostenidas por la propia Iglesia Católica, los duelos no están sirviendo para nada bueno, porque los temas los desarrollan a una velocidad propia de los espadachines de siglos atrás, usando un lenguaje temerario, afirmando verdades sin contrastar, levantando el aplauso facilón en los espectadores, y llenando el bolsillo de los duelistas con unos cuantos euros.
En el correo electrónico he encontrado bastantes lectores rogando que diera mi opinión sobre estos duelos dialécticos, no sangrientos, pero mentalmente endebles y llenos de lugares comunes hasta la saciedad.
Sinceramente creo que no sirven para nada, porque el espectador medio necesita tener un ojo avizor y unos oídos de can para sacar algo en claro durante y al acabar la diatriba entre dos personas que se atropellan verbalmente y no razonan con serenidad sobre el punto de fricción propuesto por la dirección del canal televisivo.
Ha producido la salida a escena de algún perfecto desconocido, victima de la logse en todo el hondo sentido de esta calificación, quien está llenándose los bolsillos del puñado de euros que le corresponda por su ficción falsaria en el duelo. La militancia en la izquierda encuentra una cancha donde soltar sandeces más viejas que la tana; y la derecha está demostrando que sus complejos son tan grandes y ciegos a la hora de explicarse el duelista de turno. El miedo a la izquierda hunde al de derechas, que nunca es jaleado por la plebe previamente seleccionada por el canal televisivo.
Si los viejos duelos eran inmorales en sus raíces, causas y consecuencias para la doctrina de la Iglesia Católica. Estos actuales duelos son pérdidas de tiempo, ganancia de algún avispado a la buchaca y calentamiento de cascos en los espectadores televisivos quienes en una amplia mayoría cambian de canal hacia algo menos ruidoso y más instructivo desde la pequeña pantalla.
No soy partidario de los duelos. Sí estoy por el diálogo sereno y buscador de la verdad entre los tertulianos. Tiene más riqueza de opiniones y menos violencia, algo que mantiene el interés del espectador medio.
Tomás de la Torre Lendínez
Publicar un comentario