La azafata, la actriz y un viaje entretenido




Salimos de Las Palmas a las 10, hora local, en un avión distinto al que estaba previsto por la compañía. El asiento que yo había reservado permitía acomodar mis largas extremidades y estirar las piernas sin obstáculos a cambio de 20 euros suplementarios; pero con el cambio de vehículo, el 29-G resultó ser en una butaquita-trampa que me impedía cualquier movimiento civilizado.


Una gentil azafata vino en mi auxilio


―¿En qué puedo ayudarle?




Le expliqué el problema, que por otra parte era evidente, y reclamé un “asiento patas-largas” o, si no, mis veinte euritos.




―No se preocupe, caballero, en cuanto tengamos la lista de pasajeros, le acomodo mejor…




Al cabo de diez minutos regresó con aire compungido.




―Tenemos un problema. Los asientos como el que usted necesita están ocupados. Si no tiene inconveniente, podría acomodarlo en business.




Le dije que podría soportarlo y me dirigí hacia la parte delantera del avión. Viajé cómodamente sentado a la izquierda de una joven pero conocida actriz de cine, cuya identidad prefiero no revelar, y rodeado por los miembros de una delegación política africana; unos tipos gigantescos y bien trajeados que devoraban mermelada con voracidad ancestral.




Antes de despegar, traté de explicar a la azafata que, en realidad, es imposible que un aparato tan enorme con trescientos pasajeros y diez tripulantes a bordo se mantenga en el aire. Le dije que todo era un engaño:




―Es Matrix, que nos posee, y nos hace creer que volamos sobre el Océano a quince mil pies de altura; pero en realidad estamos dentro de un programa informático.




La actriz, al oír hablar de Matrix, se quitó las enormes gafas de sol que la protegían y se adhirió a mi tesis añadiendo pruebas que la demostraban.




La pobre azafata no sabía qué cara poner. Ya habíamos abandonado la costa africana cuando empezó a sospechar que hablábamos en broma.




Dos horas y media más tarde, el avión tomó tierra con tanta precisión y dulzura que emocionó a la azafata:




―¿Han visto? Ni se ha notado.




―Claro ―le respondí―. Eso demuestra que no nos hemos movido. Sólo nos han cambiado el paisaje.




―Matrix nos posee ―apostilló la actriz―.




Y la azafata sonrió muy profesionalmente.




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