Me conozco razonablemente bien las encíclicas sociales del magisterio de la Iglesia. Las he leído y meditado todas. Desde ese conocimiento (y lamentándolo mucho) debo ahora recomendar que los salarios en España bajen y se reestructure completamente la entera legislación laboral que existe en mi país.
Siempre he visto la lucha por los derechos laborales como una lucha de la razón, frente a la insaciable voracidad del capital.
Pero en la situación concreta en la que estamos ahora, esa normativa del trabajo se ha convertido en un obstáculo para el trabajo. La regulación de ciertos detalles resulta casi una broma de mal gusto, frente a la tremenda realidad. Es cierto que los sueldos han bajado, hasta el absentismo laboral ha bajado espontáneamente; tal vez sea que ahora la gente con la crisis se enferma menos. Pero todo esto está yendo muy por detrás de las medidas que la razón dicta como mínimas para reactivar el mercado del empleo..
Por supuesto que no estoy diciendo que bajemos los sueldos hasta llegar al nivel de China. Ésa no es la solución, siempre iremos por detrás. Pero hay un término medio entre el idealismo más absoluto y la inhumanidad. Hay que ser realistas y crear una entera legislación laboral adecuada a una economía de guerra: guerra contra el paro.
Lo mismo que en una guerra ciertos derechos no esenciales se dejan de lado durante un tiempo, ahora lo urgente es evitar el deterioro de la estructura económica esencial de este país. Si la estructura que sostiene todo, comienza a resquebrajarse, habrá derrumbamientos. La parte realmente productiva de España es de dimensiones pequeñas y ya está muy deteriorada. Ya hay muchas grietas, algunas muy preocupantes. Podemos seguir jugando a acercarnos al límite de resistencia de una estructura económica. Pero esto no será como un iceberg que se va derritiendo, sino como un edificio que se derrumba. Desgraciadamente, en economía existe el pánico. Tanto el FMI como Bruselas les han dicho en Moncloa que las reformas van en la buena dirección, pero que sigue entrando agua en el barco.
Espero que el clero, aun manteniendo exactamente la misma doctrina social de la Iglesia, sea consciente de que ahora lo principal es evitar las inundaciones. Una vez que se produjeran las inundaciones, se llevarían por delante puentes y casas. Evitar el desbordamiento requiere un esfuerzo nacional. Y por primera vez debo reconocer que los dos grandes sindicatos en los últimos años están siendo conscientes de la situación y están manteniendo una política realista y responsable. Es decir, en los discursos siguen manteniendo el mismo tono belicoso de siempre: esto no se puede permitir. Pero después, de hecho, están manteniendo controladas en casa a sus huestes sindicales.
Este post es mi pequeño granito de arena para que los sacerdotes entiendan que la doctrina social de la Iglesia es una, pero que uno fue el mensaje del profeta Natán en tiempos de David frente a los filisteos, y otro muy distinto fue el mensaje de Jeremías frente a los babilonios. El realismo no es una opción, sino una necesidad. Aunque no dejo de reconocer que los discursos para el País de las Maravillas no están exentos de una cierta belleza.
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