(433) La Virgen de Fátima hoy: conversión, oración y penitencia

Virgen de Fátima

–Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios.

–No desoigas las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos de todo peligro, Virgen gloriosa y bendita.

Mucho se va a escribir sobre la Virgen de Fátima con motivo del viaje del Papa (12/13-05-2017), de la canonización de los beatos Francisco y Jacinta, y del comienzo del Centenario de las Apariciones. En este artículo, que actualiza otro mío anterior (13-05-2015), recordaré únicamente los datos fundamentales del mensaje de la Virgen hace cien años.

La santísima Virgen María hace en Fátima una grave denuncia de la situación de la Iglesia, prosiguiendo y prologando otras apariciones que igualmente llaman a la conversión. La Virgen de La Salette, por ejemplo (1846), llora los pecados del pueblo cristiano, especialmente los de sus sacerdotes y personas consagradas. Y lo hace en el monte, ante dos pastorcitos, Melania y Maximino, de 15 y 11 años. Y en 1917, también en la soledad del campo, la Virgen de Fátima da un mensaje semejante a tres niños pastores, que han de comunicarlo a toda la Iglesia.

* * *

Apariciones del Ángel en Fátima (1915)

La Virgen María se apareció en Fátima a tres niños pastores, analfabetos, Lucía dos Santos, Jacinta y Francisco Marto entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917. A ellos, tan ignorantes como Melania y Maximino, o como Santa Bernardita en Lourdes (1858), les confía la Virgen unos mensajes importantes para la Iglesia y el mundo. Haré un resumen muy breve de ellos tal como Sor Lucía, por mandato de su Obispo, los escribió en 1941 (Memórias da Irmâ Lúcia, Fátima, 2000, 8ª ed.).

1915, entre abril y octubre, aparición del Ángel. No recuerda Lucía con exactitud la fecha; tenía ella entonces 9 años. «–¡No temáis! Yo soy el Ángel de la Paz. Orad conmigo… Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman… Orad así, y los Corazones de Jesús y de María están atentos a la voz de vuestras súplicas»…

En una segunda aparición: «–¡Orad! ¡Rezad mucho!… Ofreced constantemente al Altísimo plegarias y sacrificios… De todo lo que podáis, ofreced un sacrificio, un acto de reparación por los pecados con que Él es ofendido… Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os envíe».

Y en una tercera, teniendo el Ángel en la mano un cáliz y una hostia: «–Santísima Trinidad, Padre, Hijo, Espíritu Santo, os adoro profundamente y os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pecadores… Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios».

 

Apariciones de la Virgen María en Fátima (1917)

13 de mayo, aparición de una Señora vestida de blanco, estando los tres niños jugando en una cuesta de Cova de Iria. «–No tengáis miedo… Soy del cielo… Vengo a pediros que vengáis aquí seis meses seguidos, el día 13 a esta misma hora… ¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quiera enviaros, en acto de desagravio por los pecados con que es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores? –Sí, queremos… –Rezad el rosario todos los días para alcanzar la paz para el mundo y el fin de la guerra.

13 de junio, aparición de la Virgen sobre la encina, habiendo rezado el Rosario los tres niños con otras personas. «–Quiero que recéis el Rosario todos los días y que aprendáis a leer». Y a Lucía: «–A Jacinta y a Francisco los llevaré pronto [al cielo]. Pero tú te quedarás aquí algun tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. El quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien la abrazase, le prometo la salvación… No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios». Fue entonces cuando la Virgen les hizo ver su corazón, rodeado de espinas. «Comprendimos que era el Inmaculado Corazón de María, ultrajado por los pecados de la Humanidad, que pedía reparación».

13 de julio, aparición de Nuestra Señora, mientras los niños rezaban el Rosario con una multitud de fieles. «–Sacrificáos por los pecadores, y decid muchas veces, en especial cuando hiciérais algún sacrificio: “Oh Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en desagravio por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María”. Al decir estas palabras, abrió las manos… Vimos como un mar de fuego. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas»…

«Asustados, levantamos la vista hacia nuestra Señora, que nos dijo entre bondadosa y triste: “–Habéis visto el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hicieran lo que os voy a decir, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar. Pero si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI [1922-1939] comenzará otra peor. Cuando vierais una noche alumbrada por una luz desconocida, saber que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones contra la Iglesia y el Santo Padre”».

«–Para impedirlo, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si atendieran mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz. Si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones contra la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, varias naciones serán aniquiladas. Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal se conservará siemprela doctrina de la fe… Cuando recéis el Rosario, diréis después de cada misterio: “¡Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo, principalmentelas más necesitadas” – Ó meu Jesus, perdoai-nos, livrai-nos de fogo do inferno; levai as alminhas todas para o Céu, principalmente aquelas que mais precisarem».

19 de agosto, aparición de Nuestra Señora, con gran luz, sobre un carrasco, mientras los niños cuidaban de las ovejas en un lugar llamado Valiños. No se celebró el 13 porque los niños estaban «presos» en Ourem, sufriendo interrogatorios. «–Quiero que sigáis yendo a Cova de Iria el día 13; que continuéis rezando el Rosario todos los días. El último mes haré un milagro para que todos crean». Los niños le preguntan qué deben hacer con el dinero que da la gente en Cova de Iria.

«–Que hagan dos andas: una, llévala tú con Jacinta y dos niñas más, vestidas de blanco; y la otra, que la lleve Francisco y tres niños más. El dinero de las andas es para la fiesta de Nuestra Señora del Rosario; lo que sobre es para ayudar a una capilla que deben hacerRezad, rezad mucho, y haced sacrificios por los pecadores, pues van muchas almas al infierno por no tener quien se sacrifique y pida por ellas».

13 de septiembre, aparición de la Virgen en Cova de Iria, acompañados los tres niños por una inmensa multitud de fieles, que querían presentar ante la Virgen sus peticiones. «Comenzamos a rezar el Rosario con el pueblo. Poco después, el reflejo de la luz, y seguidamente, Nuestra Señora sobre la encina», que dice: «–Continuad rezando el Rosario, para alcanzar el fin de la guerra… Dios está contento con vuestros sacrificios, pero no quiere que durmáis con la cuerda [atada al cuerpo, para mortificación]; llevadla sólo  durante el día». Los niños manifiestan a la Virgen que les han encomendado presentarle muchas peticiones. «–Sí, a algunos los curaré, a otros no. En octubre haré el milagro para que todos crean».

13 de octubre, aparición de de Nuestra Señora sobre la encina, tras un resplandor de luz. Enorme multitud en Cova de Iría, gran tormenta de lluvia, rezo del Rosario. «–“Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honra. Yo soy la Señora del Rosario. Que continúen rezando el Rosario todos los días. La guerra va a acabar… No ofendan  más a Dios nuestro Señor, que ya está muy ofendido”. Y abriendo sus manos las hizo reflejarse en el Sol. Y mientras se elevaba, continuaba el reflejo de su propia luz proyectándose en el Sol. He aquí el motivo por el cual exclamé que mirasen al Sol».

En esta última aparición, como lo había anunciado la Virgen tres meses antes, se produjo un gran signo, que suele llamarse «el milagro del Sol», que gira sobre sí mismo en un espectáculo impresionante. Fue contemplado por unas 70.000 personas, y  de él se guardan numerosos testimonios personales, crónicas de periodistas, y también fotografías, etc. 

«Desaparecida Nuestra Señora en la inmensa lejanía del firmamento, vimos al lado del Sol a San José con el Niño y a Nuestra Señora vestida de blanco, con un manto azul. San José con el Niño parecían bendecir al mundo, con unos gestos que hacían con la mano en forma de cruz. Poco después, desvanecida esta aparición, vimos a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, que me daba idea de ser Nuestra Señora de los Dolores. Nuestro Señor parecía bendecir el Mundo de la misma forma que San José. Al desvanecerse esta aparición me pareció ver todavía a Nuestra Señora en forma parecida a Nuestra Señora del Carmen».

«No pocas personas –añade Sor Lucía– se han mostrado bastante sorprendidas por la memoria que Dios se dignó darme. Por una bondad infinita, la tengo bastante privilegiada en todos los sentidos. Pero en estas cosas sobrenaturales no es de admirar, porque ellas se graban en el alma de tal forma, que casi es imposible olvidarlas. Por lo menos el sentido que indican nunca se olvida, a no ser que Dios quiera también que se olvide».

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La Iglesia ha dado su aprobación a la realidad de estas apariciones, aprobación muy reforzada por la canonización que el papa Francisco hace de dos de los videntes (13-05-2017). Pío XI concede una especial indulgencia a quienes peregrinan a Fátima (1-X-1930). Pío XII consagra la humanidad en un radiomensaje al Inmaculado Corazón de María (31-X-1942). Juan XXIII, siendo Cardenal, visitó Fátima, y a su Santuario legó su cruz pectoral pontificia. Pablo VI visitó Fátima en el cincuentenario de las apariciones (13-V-1967). Juan Pablo II visita  Fátima en 12/13-V-1982, un año después de sufrir un atentado en la plaza vaticana de San Pedro, y en esa ocasión consagra a la Iglesia y a todos los pueblos al Inmaculado Corazón de María. El 25 de marzo de 1984 repite esta consagración con especial solemnidad en Roma, en la plaza de San Pedro, habiendo invitado previamente a todos los Obispos católicos para que se unieran a este acto, que más tarde Sor Lucía considera que satisface la petición hecha por la Virgen. Y el mismo Papa, en el décimo aniversario del atentado, visita de nuevo el santuario de Fátima (12/13-V-1991). En su tercera visita, beatificó a Francisco y Jacinta, con asistencia de Sor Lucía y de inmensa multitud de peregrinos (13-V-2000).

Benedicto XVI también visita Fátima (2/13-V-2010), consagrando a la Virgen especialmente a todos los sacerdotes de la Iglesia. Siendo todavía Prefecto de la Doctrina de la Fe, el Cardenal Ratzinger, había hecho público un importante documento, El mensaje de Fátima, en el que se afirma que «Fátima es sin duda la más profética de las apariciones modernas» de la Virgen María. Es uno de los documentos más valiosos del Magisterio apostólico sobre Fátima.

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«Jesucristo es horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes… Rezad, rezad mucho, y haced sacrificios por los pecadores, pues van muchas almas al infierno por no tener quien se sacrifique y pida por ellas… No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido»…

¡Eso lo dice la Virgen en 1917!, cuando todavía eran muchos los cristianos que acudían al sacramento de la Penitencia, que iban a Misa los domingos, que se unían en el sacramento del matrimonio, que guardaban hasta la muerte la unión conyugal, que reconocían la grave ilicitud de la anticoncepción, que tenían hijos y los educaban cristianamente, que vivían la oración en la familia… Era un tiempo en que la Iglesia se atrevía a predicar la soteriología evangélica –salvación o condenación–, y en el que los Seminarios y Noviciados recibían muchos candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa. Tiempos en que la doctrina ortodoxa y la disciplina de la Iglesia prevalecían sobre las herejías y las rebeldías antidisciplinares, que no quedaban impunes. Son años en los que florecen las misiones, y hay un influjo real de los cristianos en la vida política y cultural. Se predica el pudor y la castidad. Los colegios y las Universidades católicas dan formación cristiana, etc.

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Juan Pablo II, visitando Fátima, se lamentaba diciendo: «¡Cuánto nos duele que la invitación a la penitencia, a la conversión y a la oración no haya encontrado aquella acogida que debía! ¡Cuánto nos duele que muchos participen tan fríamente en la obra de la Redención de Cristo! ¡que se complete tan insuficientemente en nuestra carne «lo que falta a los sufrimientos de Cristo!» [Col 1,24]» (13-V-1982).

El mensaje de la Virgen de Fátima tiene hoy, pues, una urgencia acrecentada, porque en estos últimos cien años se ha producido en gran medida la apostasía del antiguo Occidente cristiano. No es momento para describirla, pero es fácil comprobar las pésimas consecuencias del rechazo del mensaje de Fátima:

Sufre hoy la Iglesia católica muy fuertes persecuciones exteriores, procedentes de tantas fuentes antiguas y modernas –protestantismo, liberalismo, masonería, marxismo, laicismo agresivo, modernismo–, que han ido configurando una cultura moderna cada vez más cerrada a Cristo y a Dios. El pensamiento dominante, la cultura, las leyes, han cerrado más y más las puertas al reinado de Cristo Salvador en el pensamiento y las costumbres, en la escuela y la universidad, en la filosofía y el arte, en los grandes organismos internacionales, en leyes criminales de Estados sin-Dios y sin ley natural, en muchos medios de comunicación social, etc. Eso explica que los cristianos sean actualmente entre los hombres religiosos del mundo los más perseguidos. «En nuestro tiempo –dice Benedicto XVI–, en vastas regiones de la tierra la fe corre el riesgo de apagarse como una llama que se extingue» (Fátima 12-V-2010).

Y aún sufre hoy más la Iglesia por las infidelidades que se dan en su propio interior. En ese mismo viaje decía el Papa a los periodistas, que «la mayor persecución de la Iglesia no procede de los enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia» (11-V-2010). En no pocas Iglesias locales, heterodoxia, degradación de la liturgia, relativismo moral, anticoncepción y aborto, divorcios y adulterios, casi extinción del sacramento de la Penitencia, pero también de la Confirmación y del Matrimonio, vaciamiento de la Misa dominical, de Seminarios y Noviciados, paralización de las Misiones y de la evangelización en general, mundanización de mentes y costumbres, invasión de la lujuria y del impudor, culto a la riqueza y tantas otras infidelidades al Evangelio, a la Tradición y al Magisterio, ponen a muchas Iglesias locales en una situación de ruina avanzada.

El mensaje de la Virgen en Fátima es sin duda una llamada a la penitencia, y es la penitencia la que nos lleva a la alegría: hace revivir a Cristo en muchos corazones, hace pasar de la enfermedad a la salud, de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz, de la mentira a la verdad, de la infidelidad mundanizada a la gloriosa libertad del mundo propia de los hijos de Dios, de las divisiones a la perfecta unidad católica. Hace posible la difusión del Reino, el aumento de las vocaciones, la santidad de los sacerdotes, religiosos y laicos, la santidad de matrimonios y famililas, el rechazo del impudor y la fornicación, de la anticoncepción y del aborto, el esplendor de la Liturgia, la unidad interna de la Iglesia… Es el rechazo de la penitencia lo que debilita y entristece la vida de la Iglesia, lo que la divide, esteriliza, falsifica y arruina.

Quiera Dios misericordioso y omnipotente alegrar la Iglesia, asistiéndola con su gracia, para que toda ella reciba hoy verdaderamente el mensaje penitencial de la Virgen, que tanto se ha rechazado en estos últimos cien años.En Fátima la Madre de Cristo, único Salvador, nos llama hoy con renovado amor y urgencia a la conversión por la oración y la penitencia. Quiera Dios que el mensaje de la Virgen de Fátima en 1917, tan ignorado y rechazado, sea por gracia de Dios acogido en 2017, al celebrar la Iglesia su Centenario.

Virgen de Fátima, ruega por nosotros.

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

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