María Álvarez de las Asturias en “Alfa y Omega”
El noviazgo es un período de preparación para el matrimonio. Por tanto, no es una etapa definitiva ni hay una “vocación al noviazgo”: la vocación es al matrimonio. Lo que caracteriza al noviazgo es que es transitorio, es un tiempo para el conocimiento mutuo y debe servir para alcanzar una decisión libre y madurada => seguir adelante y casarse; o romper la relación. Porque en el noviazgo, a diferencia del matrimonio, todavía no hay un compromiso definitivo. Y no todo noviazgo debe terminar en boda: un noviazgo bueno, un noviazgo logrado será el que nos permita llegar a tomar la decisión que sea mejor para los dos; en unos casos será continuar pero en otros será romper.
Para pasar del enamoramiento inicial a poder llegar a un compromiso matrimonial, hace falta tiempo y conocerse (http://www.estaporvenir.com/atraccion-enamoramiento-amor-comprometido/?utm_source=rss&utm_medium=rss ); ¿cuánto tiempo hace falta? No hay una receta única: el suficiente para conocer al otro (y a uno mismo) y para saber qué proyecto de vida estamos planteándonos juntos. Que sea largo no necesariamente significa que los novios se conozcan bien ni que tomen correctamente la decisión de casarse. Por ejemplo:
•Noviazgos largos pero superficiales: en los que sólo se comparten la diversión, salir de juerga, los aspectos placenteros de la relación. Es posible que estos novios crean sinceramente que están enamorados, y que se casen ilusionados. Pero, al no haber profundizado en la relación, frecuentemente encuentran dificultades para vivir la relación matrimonial, más exigente, para la que no están preparados.
•Noviazgos largos pero que siguen adelante por comodidad o convencionalismo, porque la boda “es lo lógico, lo que toca después de tanto tiempo” pero no es una opción reflexiva y elegida conscientemente. No se debe contraer matrimonio así, conformándose con una relación a medias que no disgusta pero tampoco puede llenar la vida.
En el noviazgo hay que plantearse preguntas y ser sinceros: ¿tenemos un proyecto de vida juntos, queremos casarnos? Si la respuesta es no, hay que romper la relación; alargar en el tiempo algo que sabemos que no tiene futuro sólo causará dolor. Si la respuesta es sí, adquieren sentido los esfuerzos y renuncias que haya que hacer, juntos, para llegar a hacer realidad ese proyecto de vida que queremos; y pasar por momentos buenos y malos es un entrenamiento para la vida matrimonial. Pero esto conlleva madurar y tomar decisiones, y no acomodarse ni limitarse a disfrutar de todas las ventajas del matrimonio (viajar juntos, ¿convivir?, ¿mantener relaciones sexuales?) sin asumir compromisos y responsabilidades. Para evitarlo, conviene plantearse ¿podemos casarnos? De nuevo caben dos respuestas: sí; entonces ¿por qué no os casáis? No: ¿por qué no? ¿hay razones de peso que no os permiten casaros? Si es así, habrá que esperar; pero a veces no se toma la decisión esperando tener aseguradas muchas cosas materiales o por no querer o no atreverse a asumir responsabilidades. Es verdad que la decisión de casarse debe tomarse con sensatez: pero también con valentía.
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