27 de diciembre. Octava de Navidad. San Juan apóstol y Evangelista.

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Después de Esteban, el testimonio del apóstol Juan. Otro gran testigo que nos ayuda a profundizar en el misterio de la Navidad y a la vez relaciona estrechamente a ese Niño recién nacido con el Cristo que nos salva a través de su entrega pascual y su resurrección. Juan es el teólogo de la Pascua. Estuvo al pie de la cruz, con María, la Madre, y luego vio el sepulcro vacío.

Pero también es el teólogo de la Navidad. Nadie como él ha sabido condensar la teología del Nacimiento de Cristo: la Palabra, que era Dios, se ha hecho hombre.

1. Empieza hoy, precisamente en el día de su fiesta, y durará hasta el final del tiempo de la Navidad, la lectura continuada de la primera carta de Juan, que nos va a transmitir con lenguaje lleno de lucidez y exigencia el misterio del amor de Dios. Esta carta va a ser la voz que más oiremos a lo largo de estos días.

La introducción es solemne y densa, muy parecida al prólogo de su evangelio: «lo que hemos visto y oído, lo que contemplamos y palparon nuestras manos» es lo que anunciamos. Y no es sólo la experiencia de haber convivido con Jesús de Nazaret. Da testimonio de su preexistencia en el seno de Dios: «lo que existía desde el principio», «la Palabra de la Vida», «la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó».

La finalidad de toda la carta es clara. El amor de Dios se nos ha manifestado para que tengamos comunión de vida con él y la alegría sea plena: «para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo», y «que nuestra alegría sea completa».

¿Podemos pensar un mensaje mejor para interiorizar la Navidad?

No es de extrañar que el salmo nos invite insistentemente: «alegraos, justos, con el Señor. Amanece la luz para el justo y la alegría para los rectos de corazón». Para los que se saben amados y salvados por Dios todo es luz y fiesta.

2. El apóstol Juan, el que había sido testigo presencial de la muerte de Cristo, porque estaba al pie de la Cruz con María y las otras mujeres, es también testigo del sepulcro vacío.

En el grupo de los discípulos hubo un momento difícil de falta de fe. No entendían el anuncio de Jesús de «que él había de resucitar de entre los muertos». Finalmente, alertados por el testimonio de la Magdalena, corren Juan y Pedro. De Juan sí se dice que «vio y creyó».

Leer este pasaje en plena celebración navideña nos ayuda a entender todo el misterio de Cristo. No se trata sólo de la entrañable escena del Niño que nace adorado por pastores y magos. Ese Niño es el que con su muerte pascual nos conseguirá la salvación y la vida. La Navidad, cuando se profundiza, nos lleva hasta la Pascua.

3. a) Juan, el evangelista, el anunciador de la Buena Noticia.

Él lo hizo con los importantes escritos que se le atribuyen: el evangelio, las tres cartas y el Apocalipsis. Gracias a su testimonio, miles y millones de personas a lo largo de dos mil años han entendido mejor el misterio del Dios hecho hombre, que luego se entregó en la Cruz para la salvación de la humanidad y, resucitado de entre los muertos, está presente en la vida de su Iglesia a lo largo de la historia.

b) ¿Somos nosotros evangelistas de esta buena noticia en nuestro mundo? ¿Somos apóstoles, o sea, enviados?

No hace falta ser obispos o sacerdotes, ni saber escribir libros como el Apocalipsis, para ser buenos testigos de Cristo. Precisamente en los primeros días fueron las mujeres, y en concreto la Magdalena, las verdaderas evangelistas: fueron apóstoles para con los apóstoles, porque fueron ellas las que creyeron en Jesús Resucitado y fueron a anunciarlo a los apóstoles.

c) Lo que sí hace falta para ser evangelizadores es ser antes evangelizados nosotros mismos. Estar convencidos de esa gran noticia del amor de Dios que Juan nos va a ir repitiendo en su carta. La primera pregunta que nos debamos hacer hoy, al leer el inicio de la carta de Juan, es si de veras vivimos en comunión con ese Dios y estamos dispuestos a sacar todas las consecuencias que él nos pida.

En la bendición solemne de la Navidad, el sacerdote nos desea: «el que encomendó al ángel anunciar a los pastores la gran alegría del nacimiento del Salvador, os llene de gozo y os haga también a vosotros mensajeros del Evangelio».

Y en la de la fiesta de la Epifania, igualmente: «a todos vosotros, fieles seguidores de Cristo, os haga testigos de la verdad ante los hermanos».

El testimonio de los ángeles, el de los magos, el de Esteban y hoy el del apóstol Juan: estimulas para que en esta Navidad también cada uno de nosotros sea un mensajero del amor de Dios.

Hoy más que nunca, las personas que nos rodean sólo entienden el lenguaje de un testimonio vital, no hecho de discursos, sino de obras.

d) Cada Eucaristía es experiencia de Navidad y de Pascua: de un Dios hecho hermano nuestro, que se nos da él mismo como alimento desde su existencia pascual.

Cada Eucaristía deberla ser, por tanto, motor y estimulo de una jornada vivida en comunión con ese Cristo, para difundir su luz entre nuestros hermanos.

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