Homilía diaria o improvisación habitual

La homilía en todas las misas dominicales y de días festivos, y no digamos la diaria, son fruto directo de la constitución Sacrosanctum Concilium del Vticano II. Hasta entonces, en los días feriados era del todo inexistente, y la homilía -el sermón- se reservaban para algunas misas dominicales y fiestas o acontecimientos del todo singulares.

Hoy lo normal es la predicación dominical y festiva en todas las misas que se celebren, y es bastante frecuente incluso la predicación diaria.

Yo no soy especialmente entusiasta de la homilía, entre otras cosas porque no creo que ahora, con tantísima homilía, seamos más santos que antes del Vaticano II, más bien sucede todo lo contrario: predicamos más que nunca y la gente tiene menos formación y menos vida cristiana que nunca. Como para que nos lo hagamos mirar.

Me parece que la mejor predicación que puede hacer un sacerdote -observen que digo “predicación” y no “homilía”, es celebrar bien: atento a las rúbricas, con un buen espíritu religioso, sin prisas, dando a cada parte de la misa el sentido que realmente tiene. Una misa bien celebrada es un tesoro y sin duda que impresiona y educa. Uno de los problemas que tenemos es el de las misas celebradas de cualquier manera, sin cuidar cada detalle, improvisando, sin más pretensión que lograr celebraciones “cercanas” y “entretenidas”. Muchos de nosotros hemos estado en este mes de mayo en celebraciones de primera comunión. No hay más que decir.

No sé el tiempo que dedicamos cada uno a preparar la homilía dominical y qué textos utilizamos: biblia, comentarios, padres, materiales homiléticos. Digo esto porque no es raro escuchar homilías en las que no se dice nada, no se recuerda nada, no se exhorta a nada ni se invita a nada, empezando por este su seguro servidor. Una homilía así hace daño, porque convierte la fe en nada. No digamos si la homilía, en lugar de exponer la fe de la Iglesia, expone lo que piensa el celebrante en su fuero particular. Cuánta gente deformada y sin remdio por malas homilías.

Soy especialmente tiquismiquis con las homilías de los días feriados, porque predicar a diario cosa de sustancia es muy complicado y exige una especial preparación. Es demasiado riesgo improvisar día tras día: o no dices nada, que pare eso mejor calladitos que estamos más guapos, o dices cualquier barbaridad, que es peor. Creo que a diario solo en algún momento especial y con muchísimo cuidado, no sea que en lugar de tener homilía diaria estemos ofreciendo al pueblo de Dios improvisación diaria. La gente se merece un respeto.

Personalmente apenas predico a diario. Rara vez. Alguna cosa que llame la atención. Lo que sí hago a diario es cuidar mucho la misa en todos sus detalles. Más aún, tengo por costumbre repasar de cuando en cuando las rúbricas del misal y preparar todo lo referente a la celebración con mucho tiempo: misal, leccionario, oración de los fieles, ofrendas, vinajeras, purificador inmaculado, ornamentos dignos. Y todo esto lo hago no por “ritualismo” ni “falta de espíritu conciliar”, que me los estoy viendo venir, sino por respeto al Señor y a los fieles. 

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