Propio del Tiempo. Salterio II.
Himno: LA TUMBA ABIERTA DICE AL UNIVERSO
La tumba abierta dice al universo:
«¡Vive! ¡Gritad, oh fuego, luz y brisa,
corrientes primordiales, firme tierra,
al Nazareno, dueño de la vida.»
La tumba visitada está exultando:
«¡Vive! ¡Gritad, montañas y colinas!
Le disteis vuestra paz, vuestra hermosura,
para estar con el Padre en sus vigilias.»
La tumba perfumada lo proclama:
«¡Vive! ¡Gritad, las plantas y semillas:
le disteis la bebida y alimento
y él os lleva en su carne florecida!»
La tumba santa dice a las mujeres:
«¡Vive! ¡Gritad, creyentes matutinas,
la noticia feliz a los que esperan,
y colmad a los hombres de alegría!»
¡Vive el Señor Jesús, está delante,
está por dentro, está emanando vida!
¡Cante la vida el triunfo del Señor,
Himno: LA TUMBA ABIERTA DICE AL UNIVERSO
La tumba abierta dice al universo:
«¡Vive! ¡Gritad, oh fuego, luz y brisa,
corrientes primordiales, firme tierra,
al Nazareno, dueño de la vida.»
La tumba visitada está exultando:
«¡Vive! ¡Gritad, montañas y colinas!
Le disteis vuestra paz, vuestra hermosura,
para estar con el Padre en sus vigilias.»
La tumba perfumada lo proclama:
«¡Vive! ¡Gritad, las plantas y semillas:
le disteis la bebida y alimento
y él os lleva en su carne florecida!»
La tumba santa dice a las mujeres:
«¡Vive! ¡Gritad, creyentes matutinas,
la noticia feliz a los que esperan,
y colmad a los hombres de alegría!»
¡Vive el Señor Jesús, está delante,
está por dentro, está emanando vida!
¡Cante la vida el triunfo del Señor,
su gloria con nosotros compartida! Amén.
V. Mi corazón se alegra. Aleluya.
R. Y te canto agradecido. Aleluya.
PRIMERA LECTURA
Año I
Año I
De la primera carta del apóstol san Juan 3, 18-24
FE EN CRISTO Y AMOR AL PRÓJIMO, REQUISITOS NECESARIOS PARA AGRADAR A DIOS
Hijos míos, no amemos de palabra y con la lengua, sino con las obras y de verdad. En ello conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos ante él nuestra conciencia, si algo llega ésta a reprocharnos, pues Dios es más grande que nuestra conciencia y lo conoce todo.
Hermanos, si la conciencia no nos reprocha nada, tenemos plena confianza ante Dios. Y todo cuanto pidamos lo recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le es grato.
Y éste es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos mutuamente conforme al mandamiento que nos dio. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. Y conocemos que permanece en nosotros por el Espíritu que nos ha dado.
RESPONSORIO 1Jn 3, 24; Sir 1, 9. 10
R. Quien guarda los mandamientos de Dios permanece en Dios y Dios en él; * y conocemos que él permanece en nosotros por el Espíritu que nos ha dado. Aleluya.
V. Dios mismo creó la sabiduría y la derramó sobre todas sus obras.
R. Y conocemos que él permanece en nosotros por el Espíritu que nos ha dado. Aleluya.
Año II
De los Hechos de los apóstoles 24, 1-27
PABLO ANTE EL PROCURADOR FÉLIX
En aquellos días, bajó el sumo sacerdote Ananías con algunos ancianos y un tal Tértulo, que era abogado, para presentar demanda contra Pablo ante el procurador. Citado que hubieron a Pablo, empezó Tértulo su acusación en estos términos:
«La gran paz de que gozamos, gracias a ti, y las mejoras que, por tu providencia, se han realizado en favor de nuestro pueblo son beneficios que siempre y en todas partes hemos recibido, óptimo Félix, con suma gratitud. Pero no quiero entretenerte demasiado; sólo te ruego que nos escuches unos momentos con tu acostumbrada bondad. Pues bien, nos consta que este hombre es una peste, que incita a la rebelión a todos los judíos por todo el imperio, y que es jefe de esa secta de los nazarenos. Hasta ha intentado profanar el templo. Por este motivo lo prendimos. Puedes tú mismo tomarle ahora declaración y cerciorarte por su misma boca de la verdad de todas nuestras acusaciones.»
Los judíos, por su parte, se adhirieron a la acusación, asegurando que era verdad. A una señal del procurador, tomó Pablo la palabra y se expresó así:
«Sabiendo que desde hace muchos años eres juez de esta nación, voy a hablar con toda confianza en mi defensa. Sabrás que no hace doce días que subí a Jerusalén a adorar a Dios, y que ni en el templo, ni en las sinagogas, ni por la ciudad me encontraron discutiendo con nadie o amotinando a la gente. Y de ningún modo pueden demostrar las acusaciones de que me hacen ahora objeto. Yo te declaro lo siguiente: Yo sirvo al Dios de mis padres según la doctrina y modo de vivir que ellos llaman secta. Pero yo conservo mi fe en todo cuanto se halla escrito en la ley y en los profetas, y tengo mi esperanza fundada en Dios, como la tienen ellos mismos, de que habrá resurrección de buenos y malos. Por esto me esfuerzo también yo mismo en tener siempre una conciencia limpia ante Dios y ante los hombres. Al cabo, pues, de muchos años he venido a traer las limosnas recogidas para los de mi nación y a ofrecer sacrificios. Y en esa ocasión, cuando estaba yo purificado, me encontraron en el templo, pero sin haber provocado yo revuelta ni alboroto alguno. Y los que me encontraron fueron algunos judíos de la provincia romana de Asia. Éstos son los que deberían presentarse aquí, y acusarme si tenían algo contra mí. O bien, que digan estos mismos qué crimen encontraron en mí, cuando comparecí ante el Consejo, como no fuese esta sola frase, que en medio de ellos proferí en alta voz; "Por defender la resurrección de los muertos me encuentro hoy procesado ante vosotros."»
Félix, que estaba bien al tanto de cuanto a esta doctrina se refería, difirió el proceso, diciendo:
«Cuando baje el tribuno Lisias, examinaré a fondo vuestra causa.»
Y dio orden al centurión de custodiar a Pablo, pero de dejarle cierta libertad, permitiendo a sus amigos que le socorriesen. Algunos días más tarde, se presentó Félix con su mujer Drusila, que era judía. Y, habiendo mandado llamar a Pablo, lo oyó hablar acerca de la fe en Cristo Jesús. Según iba hablando Pablo sobre la justificación, la continencia y el juicio final, Félix se llenó de terror y le dijo:
«Por ahora retírate. Ya te llamaré cuando tenga tiempo.»
Esperaba, por otra parte, que Pablo le diese dinero, y por eso lo hacía llamar muchas veces y conversaba con él. Así transcurrieron dos años. A Félix, le sucedió Porcio Festo; y Félix, queriendo congraciarse con los judíos, dejó a Pablo en la prisión.
RESPONSORIO Jn 5, 28-29; Hch 24, 14. 15
R. Llega la hora en que los que están en el sepulcro oirán la voz del Hijo de Dios. * Los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida. Aleluya.
V. Sirvo al Dios de mis Padres, y tengo mi esperanza fundada en Dios de que habrá resurrección de buenos y malos.
Año II
De los Hechos de los apóstoles 24, 1-27
PABLO ANTE EL PROCURADOR FÉLIX
En aquellos días, bajó el sumo sacerdote Ananías con algunos ancianos y un tal Tértulo, que era abogado, para presentar demanda contra Pablo ante el procurador. Citado que hubieron a Pablo, empezó Tértulo su acusación en estos términos:
«La gran paz de que gozamos, gracias a ti, y las mejoras que, por tu providencia, se han realizado en favor de nuestro pueblo son beneficios que siempre y en todas partes hemos recibido, óptimo Félix, con suma gratitud. Pero no quiero entretenerte demasiado; sólo te ruego que nos escuches unos momentos con tu acostumbrada bondad. Pues bien, nos consta que este hombre es una peste, que incita a la rebelión a todos los judíos por todo el imperio, y que es jefe de esa secta de los nazarenos. Hasta ha intentado profanar el templo. Por este motivo lo prendimos. Puedes tú mismo tomarle ahora declaración y cerciorarte por su misma boca de la verdad de todas nuestras acusaciones.»
Los judíos, por su parte, se adhirieron a la acusación, asegurando que era verdad. A una señal del procurador, tomó Pablo la palabra y se expresó así:
«Sabiendo que desde hace muchos años eres juez de esta nación, voy a hablar con toda confianza en mi defensa. Sabrás que no hace doce días que subí a Jerusalén a adorar a Dios, y que ni en el templo, ni en las sinagogas, ni por la ciudad me encontraron discutiendo con nadie o amotinando a la gente. Y de ningún modo pueden demostrar las acusaciones de que me hacen ahora objeto. Yo te declaro lo siguiente: Yo sirvo al Dios de mis padres según la doctrina y modo de vivir que ellos llaman secta. Pero yo conservo mi fe en todo cuanto se halla escrito en la ley y en los profetas, y tengo mi esperanza fundada en Dios, como la tienen ellos mismos, de que habrá resurrección de buenos y malos. Por esto me esfuerzo también yo mismo en tener siempre una conciencia limpia ante Dios y ante los hombres. Al cabo, pues, de muchos años he venido a traer las limosnas recogidas para los de mi nación y a ofrecer sacrificios. Y en esa ocasión, cuando estaba yo purificado, me encontraron en el templo, pero sin haber provocado yo revuelta ni alboroto alguno. Y los que me encontraron fueron algunos judíos de la provincia romana de Asia. Éstos son los que deberían presentarse aquí, y acusarme si tenían algo contra mí. O bien, que digan estos mismos qué crimen encontraron en mí, cuando comparecí ante el Consejo, como no fuese esta sola frase, que en medio de ellos proferí en alta voz; "Por defender la resurrección de los muertos me encuentro hoy procesado ante vosotros."»
Félix, que estaba bien al tanto de cuanto a esta doctrina se refería, difirió el proceso, diciendo:
«Cuando baje el tribuno Lisias, examinaré a fondo vuestra causa.»
Y dio orden al centurión de custodiar a Pablo, pero de dejarle cierta libertad, permitiendo a sus amigos que le socorriesen. Algunos días más tarde, se presentó Félix con su mujer Drusila, que era judía. Y, habiendo mandado llamar a Pablo, lo oyó hablar acerca de la fe en Cristo Jesús. Según iba hablando Pablo sobre la justificación, la continencia y el juicio final, Félix se llenó de terror y le dijo:
«Por ahora retírate. Ya te llamaré cuando tenga tiempo.»
Esperaba, por otra parte, que Pablo le diese dinero, y por eso lo hacía llamar muchas veces y conversaba con él. Así transcurrieron dos años. A Félix, le sucedió Porcio Festo; y Félix, queriendo congraciarse con los judíos, dejó a Pablo en la prisión.
RESPONSORIO Jn 5, 28-29; Hch 24, 14. 15
R. Llega la hora en que los que están en el sepulcro oirán la voz del Hijo de Dios. * Los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida. Aleluya.
V. Sirvo al Dios de mis Padres, y tengo mi esperanza fundada en Dios de que habrá resurrección de buenos y malos.
R. Los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de san Gregorio de Nisa, obispo, sobre el Cantar de los cantares
(Homilía 15: PG 44, 1115-1118)
YO LES HE DADO LA GLORIA QUE TÚ ME DISTE
Cuando el amor llega a eliminar del todo el temor, el mismo temor se convierte en amor; entonces llega a comprenderse que la unidad es lo que alcanza la salvación, cuando estamos todos unidos, por nuestra íntima adhesión al solo y único bien, por la perfección de la que nos hace participar la paloma mística.
Algo de esto podemos deducir de aquellas palabras: Es única mi paloma, mi perfecta; es la única hija de su madre, la predilecta de quien la engendró.
Pero las palabras del Señor en el Evangelio nos enseñan esto mismo de una manera más clara. Él, en efecto, habiendo dado, por su bendición, todo poder a sus discípulos, otorgó también los demás bienes a sus elegidos, mediante las palabras con que se dirige al Padre, añadiendo el más importante de estos bienes, el de que, en adelante, no estén ya divididos por divergencia alguna en la apreciación del bien, sino que sean una sola cosa, por su unión con el solo y único bien. Así, unidos en la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz, como dice el Apóstol, serán todos un solo cuerpo y un solo espíritu, por la única esperanza a la que han sido llamados.
Pero será mejor citar literalmente las divinas palabras del Evangelio: Para que todos sean uno -dice-; para que, así como tú, Padre, estás en mi y yo en ti, sean ellos una cosa en nosotros.
El nexo de esta unidad es la gloria. Nadie podrá negar razonablemente que este nombre, gloria, se atribuye al Espíritu Santo, si se fija en las palabras del Señor, cuando dice: Yo les he dado la gloria que tú me diste. De hecho, dio esta gloria a los discípulos, cuando les dijo: Recibid el Espíritu Santo.
Y esta gloria que él poseía desde siempre, antes de la existencia del mundo, la recibió él también al revestirse de la naturaleza humana; y, una vez que esta naturaleza humana de Cristo fue glorificada por el Espíritu Santo, la gloria del Espíritu fue comunicada a todo ser que participa de esta naturaleza, empezando por los apóstoles.
Por esto dice: Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos y tú en mi para que sean perfectos en la unidad. Por esto, todo aquel que va creciendo de la niñez hasta alcanzar el estado de hombre perfecto llega a aquella madurez espiritual, capaz de entender las cosas, capaz, por fin, de la gloria del Espíritu Santo, por su pureza de vida, limpia de todo defecto; éste es la paloma perfecta a la que se refiere el Esposo cuando dice: Es única mi paloma, mi perfecta.
RESPONSORIO Cf. Jn 15, 15; cf. 14, 26; 15, 14
R. Ya no os llamaré siervos, sino amigos; porque sabéis todo lo que he hecho en medio de vosotros. * Recibid en vosotros el Espíritu Santo, el Abogado que el Padre os enviará. Aleluya.
V. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando.
R. Recibid en vosotros el Espíritu Santo, el Abogado que el Padre os enviará. Aleluya.
ORACIÓN.
OREMOS,
Mueve, Señor, nuestros corazones para que se adhieran siempre a obrar el bien; que, tendiendo sin desfallecer hacia lo mejor, alcancemos vivir también en la eternidad los bienes del misterio pascual. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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