Betanzos
Me pregunta Kloster si he aprendido algo nuevo en esta convivencia.
—¿Algo nuevo?, supongo que sí, pero lo importante es aprender cosas viejas, ésas que uno creía conocer muy bien. Hay que descubrir pequeños tesoros que estaban escondidos en algún rincón de la memoria y que no supimos valorar a tiempo. No es tal fácil como parece, porque somos vanidosos y cuesta admitir que la estupidez y la arrogancia son vicios paralelos que crecen con los años. Corremos el riesgo de que las grandes palabras, los conceptos más sublimes salgan de nuestros labios cubiertos de polvo, adormecidos por la rutina, y que al oírlos ya no nos emocionen ni penetren hasta sonar en el fondo del alma, como piedra en el pozo.
—Vale, vale… Entonces ¿aprendiste algo nuevo o no?
—Sí, algo muy viejo. He aprendido que, para entender al mundo y a las personas, es imprescindible pensar con el corazón. Este mundo seguirá siendo un misterio y un lugar peligroso para quien no lo contemple desde el corazón de Dios.
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