Quizá por ello nunca como ahora nos habíamos planteado la verosimilitud y plausibilidad de tanto futuro ficcionario. A los filósofos, que estudian las ideas en su mundo, el nivel de abstracción que manejan les permite poner y contrastar frente a frente realidad y ficción, y su trabajo especulativo nos puede ser de utilidad para, por lo menos, mostrar la imposibilidad de que se realicen ciertas profecías y escenarios que muchos anuncian como irremisibles. Los debates que platean estos dos libros, para especialistas, dan buena cuenta de ello. Son textos de supervivencia colectiva y por eso su temática es importante.
Dreyfus y Taylor debaten en su escrito con Richard Rorty en torno al grado de realismo que mejor puede capacitarnos para asegurar un futuro plausible y digno. Superados los idealismos la elección está entre un realismo de mínimos (deflacionario) o de máximos (robusto), siendo la postura de los autores la defensa del realismo robusto, al que añaden el calificativo de plural para darle cierta maleabilidad conceptual. Un servidor ha visto virtudes y coherencias en los dos planteamientos. La ciencia social hoy en día puede trabajar con ambas concepciones de la realidad, si bien no con los presupuestos ficcionarios del idealismo.
José Pérez Adán
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