Estoy de viaje por Teruel. Así que este post ha sido escrito el jueves por la noche y se publicará automáticamente el viernes por la noche, día de vigilia de carnes. Lo digo porque no tengo ni idea de lo que le haya pasado, a estas horas, al Sanchezsaurio que habíamos dejado rodeado de velocirraptors y atrincherado en la calle Ferraz disparando contra todo lo que se moviera. Su suerte me es totalmente indiferente.
Mi único interés es ver como va avanzando el guión y qué música de fondo pone el partido. Aunque en estos momentos no creo, precisamente, que el Comité Federal se ponga de acuerdo en una sola banda sonora.
Pero toda esta historia de triceratops y mamenquisaurios pululando por Rajoyssic Park no tiene ninguna trascendencia para los cristianos. Ninguno de ellos nos defiende, todos están deseando hincar sus dientes en nosotros. Dado que es políticamente correcto para ellos pisarnos y devorarnos, somos muchos los católicos que queremos dejar bien claro que todas estas luchas entre ellos nos son indiferentes.
Me resultan mucho más interesantes mis lecturas acerca de cómo Santiago Carrillo siguió su lucha para forjar un férreo yugo sobre el cuello de todos los españoles incluso en los años 80. Qué tenacidad la de ese individuo hasta 1985 por imponer su secta comunista contra toda evidencia de la realidad. Esa tenacidad en el mal es admirable y merecería algún tipo de monumento.
Cuanto daño ha hecho al Reino de Dios el marxismo. Ahora viene creciendo poco a poco el neoanarquismo, los antisistema y el bolivarianismo entre los jóvenes. Menudo panorama para los creyentes en el Evangelio.
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