Viernes 30 de Septiembre de 2016
San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia
(MO). Blanco.
San Jerónimo, por su gran conocimiento de las Escrituras, recibió el encargo de realizar la traducción de la Biblia al latín corriente que los cristianos hablaban en aquel momento; esta versión, que él inició en el año 382, se divulgó prontamente y por eso se la llamó “Vulgata”. Se destaca en Jerónimo su interés por hacer que todos los fieles conozcan las Sagradas Escrituras. A este fin, en el año 384 fundó en Roma una escuela bíblica para mujeres, donde se estudiaba hebreo y griego e interpretación de los textos bíblicos. Es conocida su máxima: “Desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo”. Murió en Belén, en el año 420. Es el patrono de las ciudades de Córdoba y de Santa Fe.
Antífona de entrada cf. Sal 1, 2-3
Feliz el hombre que medita la ley del Señor de día y de noche; dará fruto a su debido tiempo.
Oración colecta
Dios nuestro, que otorgaste a san Jerónimo, presbítero, amar con dedicación ardiente la Sagrada Escritura, te pedimos que tu pueblo se alimente con mayor abundancia de tu palabra y encuentre en ella la fuente de la vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Concédenos, Señor, que meditando tu palabra, a ejemplo de san Jerónimo, te ofrezcamos con mayor fervor el sacrificio de la salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión cf. Jer 15, 16
Señor Dios, cuando se presentaban tus palabras, yo las devoraba; ellas eran mi gozo y la alegría de mi corazón.
Oración después de la comunión
Padre, la eucaristía que recibimos en la celebración gozosa de san Jerónimo, mueva el corazón de tus fieles para que, atentos a la enseñanza de la Sagrada Escritura, conozcamos lo que debemos seguir y, siguiéndolo, lleguemos a la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura Jb 38, 1. 12-21; 40, 3-5
Lectura del libro de Job.
El Señor respondió a Job desde la tempestad, diciendo: “¿Has mandado una vez en tu vida a la mañana, le has indicado su puesto a la aurora, para que tome a la tierra por los bordes y sean sacudidos de ella los malvados? Ella adquiere forma como la arcilla bajo el sello y se tiñe lo mismo que un vestido: entonces, a los malvados se los priva de su luz y se quiebra el brazo que se alzaba. ¿Has penetrado hasta las fuentes del mar y has caminado por el fondo del océano? ¿Se te han abierto las puertas de la muerte y has visto las puertas de la sombra? ¿Abarcas con tu inteligencia la extensión de la tierra? Indícalo, si es que sabes todo esto. ¿Por dónde se va a donde habita la luz y dónde está la morada de las tinieblas, para que puedas guiarla hasta su dominio y mostrarle el camino de su casa? ¡Seguro que lo sabes, porque ya habías nacido y es muy grande el número de tus días!”. Y Job respondió al Señor: “¡Soy tan poca cosa! ¿Qué puedo responderte? Me taparé la boca con la mano. Hablé una vez, y no lo voy a repetir; una segunda vez, y ya no insistiré”.
Palabra de Dios.
Comentario
El relato nos invita a contemplar la obra de Dios. ¿Acaso no está todo hecho con tremenda sabiduría? La grandeza de Dios reside en el amor con que ha hecho este mundo. Cada una de sus criaturas cumple su función. Job responde a esto con su silencio. Todo lo que existe, desde la inmensidad del cosmos hasta su pequeña existencia, exige actitud de contemplación.
Sal 138, 1-3. 7-10. 13-14b.
R. ¡Llévame por el camino eterno, Señor!
Señor, tú me sondeas y me conoces, tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo que pienso; te das cuenta si camino o si descanso, y todos mis pasos te son familiares. R.
¿A dónde iré para estar lejos de tu espíritu? ¿A dónde huiré de tu presencia? Si subo al cielo, allí estás tú; si me tiendo en el abismo, estás presente. R.
Si tomara las alas de la aurora y fuera a habitar en los confines del mar, también allí me llevaría tu mano y me sostendría tu derecha. R.
Tú creaste mis entrañas, me plasmaste en el seno de mi madre: te doy gracias porque fui formado de manera tan admirable. ¡Qué maravillosas son tus obras! R.
Aleluya cf. Sal 94, 8. 7
Aleluya. No endurezcan su corazón, sino escuchen la voz del Señor. Aleluya.
Evangelio Lc 10, 13-16
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús dijo: “¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y sentándose sobre ceniza. Por eso Tiro y Sidón, en el día del Juicio, serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. Y tú, Cafarnaúm, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. El que los escucha a ustedes me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió”.
Palabra del Señor.
Comentario
Jesús se vuelve contra las poblaciones de Galilea, las más cercanas, donde comenzó su actividad e hizo milagros. ¿Qué respuesta ha encontrado allí? La indiferencia, la apatía, la falta de conversión. Tiro y Sidón, ciudades paganas, son figura de todos los alejados, “los de afuera”, que son capaces de recibir el Evangelio con alegría y entusiasmo.
Oración
Gracias, Señor, por tu amor y por el prodigio que me das, en este momento, al invitarme a dialogar contigo en esta meditación. Confío en Ti, Señor, y humildemente pongo mi mente, mi corazón, mi vida, en tus manos.
Petición
Jesús, ayúdame a guardar el silencio necesario para poder escucharte.
Meditación
Hoy vemos a Jesús dirigir su mirada hacia aquellas ciudades de Galilea que habían sido objeto de su preocupación y en las que Él había predicado y realizado las obras del Padre. En ningún lugar como Corazín, Betsaida y Cafarnaúm había predicado y hecho milagros. La siembra había sido abundante, pero la cosecha no fue buena. ¡Ni Jesús pudo convencerles...! ¡Qué misterio, el de la libertad humana! Podemos decir “no” a Dios... El mensaje evangélico no se impone por la fuerza, tan sólo se ofrece y yo puedo cerrarme a él; puedo aceptarlo o rechazarlo. El Señor respeta totalmente mi libertad. ¡Qué responsabilidad para mí!
Las expresiones de Jesús: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!» (Lc 10,13) al acabar su misión apostólica expresan más sufrimiento que condena. La proximidad del Reino de Dios no fue para aquellas ciudades una llamada a la penitencia y al cambio. Jesús reconoce que en Sidón y en Tiro habrían aprovechado mejor toda la gracia dispensada a los galileos.
La decepción de Jesús es mayor cuando se trata de Cafarnaúm. «¿Hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás!» (Lc 10,15). Aquí Pedro tenía su casa y Jesús había hecho de esta ciudad el centro de su predicación. Una vez más vemos más un sentimiento de tristeza que una amenaza en estas palabras. Lo mismo podríamos decir de muchas ciudades y personas de nuestra época. Creen que prosperan, cuando en realidad se están hundiendo.
«Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha» (Lc 10,16). Estas palabras con las que concluye el Evangelio son una llamada a la conversión y traen esperanza. Si escuchamos la voz de Jesús aún estamos a tiempo. La conversión consiste en que el amor supere progresivamente al egoísmo en nuestra vida, lo cual es un trabajo siempre inacabado. San Máximo nos dirá: «No hay nada tan agradable y amado por Dios como el hecho de que los hombres se conviertan a Él con sincero arrepentimiento».
¡Ay de ti, que has visto muchos milagros y no te has convertido! Son muy duras las palabras de Cristo contra estas dos ciudades, ciudades que nos pueden representar si no creemos en los milagros que Cristo va cumpliendo cada día de nuestra vida.
¿Qué milagros ha hecho y no he creído? Cada uno en su vida personal puede decir cuántos son los milagros que Dios ha hecho en su propia vida, pero los más comunes son la Eucaristía, la conversión de nuestros corazones, las casualidades que no tienen otro fundamento que el querer de Dios, nuestra propia vida ...
Lo que nos pide Cristo en este evangelio es que reflexionemos sobre todos esos milagros, esas gracias que Dios nos va dado, para que se las agradezcamos como verdaderos hijos, que aman a su Padre. Seamos agradecidos y pidamos la gracia de ver todo lo que Dios nos ha dado.
La Cruz de Jesús es la Palabra con la que Dios ha respondido al mal del mundo. A veces nos parece que Dios no responde al mal, que permanece en silencio. En realidad Dios ha hablado, ha respondido, y su respuesta es la Cruz de Cristo: una palabra que es amor, misericordia, perdón. Recordemos esto: Dios nos juzga amándonos. Si acojo su amor estoy salvado, si lo rechazo me condeno, no por él, sino por mí mismo, porque Dios no condena, Él sólo ama y salva. Los cristianos deben responder al mal con el bien, tomando sobre sí la Cruz, como Jesús.
Propósito
Poner en mi agenda de actividades, el día en que voy a ir a confesarme.
Diálogo con Cristo
Señor, hazme darme cuenta que para escuchar y poder responder a tu llamada, debo limpiar mi mente y mi corazón en el sacramento de la confesión. No soy digno de ser tu discípulo misionero, por eso te pido me ayudes a crecer en la sinceridad y en la honestidad, para que sepa aprovechar los medios espirituales que me ofrece tu Iglesia
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