A qué dedica el tiempo libre

Parto de la constatación de que cada día, independientemente de zona geográfica, cultura, aficiones propias, manías particulares y demás zarandajas particulares, tiene veinticuatro horas. También, incluso, cosa curiosa, resulta que cada sacerdote, cada parroquia, tenemos las mismas horas cada día.

¿En qué se nos van esas horas?

Una buena parte en encuentros y reuniones de más que dudosa utilidad. Los curas y la gente de iglesia tenemos una cierta propensión a reunirnos, con la peculiaridad de que lo fundamental de cualquier encuentro es poner la hora del próximo. La temática casi siempre la misma: conocernos, ver qué hacemos y compartir. Siempre pensé que el verbo compartir exigía especificar el qué. Vana pretensión. Se comparte y punto.

Otro tiempo se escapa en abrir correo y mirar papeles, carteles y avisos para más encuentros, con la peculiaridad que desde que tenemos medios electrónicos el esfuerzo es doble, ya que con una cierta frecuencia nos mandan lo mismo en versión papel y electrónica. Ya sabemos: día de, jornada para, encuentro de encargados. Cualquier delegado, responsable, encargado, coordinador no se siente realizado si no es convocando, y cuantas más veces, más satisfecho.

El mantenimiento de la parroquia es otra fuente de entretenimiento para cuando uno anda ocioso. Una luz fundida, la avería del agua, el sistema de climatización, un certificado para el banco, la revisión del sistema contra incendios, mantenimiento del edificio. Que lo hagan los laicos. Perfecto. Pero cuando la alarma salta a las tres de la mañana, se apagan todas las luces un domingo a las diez, o cae el agua a chorros a las ocho de la tarde, pues lo hace el cura. Y muchas cosas de papeles nos toca a nosotros, los párrocos, por ser representantes legales y por pura discreción.

A qué lo deberíamos dedicar

A la oración personal y el estudio, porque total, si no rezamos y no nos preparamos, mal asunto y mal servicio a la gente.

A los sacramentos, que eso no es delegable. Misas y confesionario de manera especial.

A la atención personal a la gente echando, sobre todo, horas y horas de despacho.

A la formación de los fieles, garantizando unas catequesis vivas, con enjundia, adecuadas a cada momento, que hagan de verdad cristianos.

A la preocupación por todos los feligreses, y especialmente por los más desvalidos en todos los aspectos.

¿El resto? Valga, siempre y cuando repercuta en esto, pero no a costa de esto. No sé si me explico…

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