La belleza del mensaje sobre la santificación de la vida ordinaria ha conllevado también una revalorización de las profesiones relacionadas con la atención del hogar y el servicio a la persona. Es bonito, pues se podría decir que la casa, el hogar, es el lugar en que cada mujer y cada hombre se rehace. Cada cristiano es casa de Dios, templo vivo. La Iglesia es una casa, nos protegen las manos de Dios, son como un techo que al mismo tiempo nos abre el Cielo.En la prelatura, algunas mujeres quieren libremente tener como trabajo profesional la administración doméstica de los centros. Son un punto de referencia para cada persona que se acerca a los apostolados del Opus Dei: su ejemplo y su dedicación humanizan nuestras vidas, nos muestran cómo santificar lo de cada día: enseñan a amar, como solo una madre puede hacerlo. A esas mujeres se les podría aplicar una expresión de san Juan Pablo II: con un corazón que ve, son auténticas centinelas de lo invisible.
"Centinelas de lo invisible"
Vale la pena leer aquí la entrevista que Mons. Fernando Ocáriz, Vicario auxiliar del Opus Dei, ha concedido a la agencia Zenit. Como muestra, destaco este último párrafo:
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