Bocadillos espirituales para vivir la Cuaresma: Martes de la 4 a. Semana – Ciclo B

“Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús al verlo echado, y sabiendo que ya lleva mucho tiempo, le dice: “¿Quieres quedar sano?” El enfermo le contestó: “Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se mueve el agua; para cuando llegó yo, otro se me ha adelantado”. Jesús le dice: “Levántate, toma tu camilla y echa a andar. Y al momento el hombre quedó sano, tomó la camilla y echó a andar. Aquel día era sábado y los judíos dijeron al hombre: “Hoy es sábado y no se puede llevar la Camilla”. (Jn 5,1-3.5-6)



En el Evangelio, los enfermos:

Son la gran revelación de la sensibilidad de Jesús.

Son la gran revelación de la fuerza del Reino.

Son la gran revelación de cómo ve Dios al hombre.

Son la ocasión de demostrar ciertos absurdos de la religión.

Son la ocasión de cambiar la religión de la Ley por la del amor.

Son la ocasión para manifestar el camino de dar culto verdadero a Dios.


Treinta y ocho años:

Paralítico tumbado sobre su camilla.

Abandonado sin encontrar una mano que se acerque para levantarse.

¡Cuánta gente habría pasado a su lado!

¡Y ni uno solo se fijó en él!

¡Y ni uno solo se hizo prójimo ni lo vio como prójimo!

Treinta y ocho años sin interesar a nadie.

Una vida rodeada de gente y sin tener a nadie.


No tengo a nadie.

Es triste estar paralítico.

¿No será más triste decir “No tengo a nadie”?

Es triste estar tumbado sin poder valerse a sí mismo.

¿No será más triste “no contar con nadie”?

¿No será más triste sentir que eso es lo que manda la religión?


¿Qué idea pudo hacerse este hombre de la religión?

Jesús lo cura y lo pone en pie y lo echa andar.

Pero es sábado y recibe la reprimenda de los responsables religiosos.

La alegría de la salud comenzaba a iluminar su vida.

Y de inmediato se le nubla y congela en el corazón.

Se siente acusado en nombre de Dios por cargar la camilla que le sirvió de cama tantos años.

Por lo demás, tampoco conoce todavía a Jesús a quien acudir.

Pero Jesús mismo se hace el encontradizo en el templo.

Y Jesús se le acerca.

Le da una palmadita en el hombro.

Y le pregunta ¿cómo estás compadre? ¿cómo te sientes?

Y termina su obra.

Ahora le perdona los pecados y le dice “no peque más”.

La religión de la ley le condena de pecador por cargar la camilla en sábado.

La religión del amor le perdona sus pecados.

Lo sana por dentro y por fuera.

¿Qué pudo pensar de una y otra?


Estoy pensando en tantos ancianos que, tampoco “tienen un hombre” que les haga compañía y llene su soledad.

Estoy pensando en tantos albergues almacén de ancianos a quien nadie visita.

¿Dónde están los hijos?

Estoy pensando en esas interpretaciones y traducciones de un Dios que prefiere el culto del templo al hombre.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo B, Cuaresma Tagged: curacion, milagro, paralitico, pecados, perdon
20:47

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