Sigue de ayer. Pero veo grandioso el plan del Espíritu Santo inspirando, suscitando y formando diversos ritos en la Iglesia. La Santa Iglesia da más gloria a Dios poseyendo varios ritos que si todo se redujera a uno solo. No sólo eso, sino que es una mayor riqueza que en el rito latino existan una forma ordinaria y otra extraordinaria.
También he dejado clara mi preferencia por la liturgia del Vaticano II. Pero la forma extraordinaria es un tesoro que enriquece a la Iglesia.
En esta forma de ver y comprender los distintos ritos hay toda una enseñanza por parte de Dios: un amor por la diversidad, una enseñanza a no ser rígidos, sino flexibles, un modo de entender a la Iglesia que no es cuadriculado, sino rico como la naturaleza.
Cuánto me gustaría ver una misa en el desaparecido rito celta o una eucaristía de San Pablo. En el Cielo (Dios así lo quiera) participaremos en liturgias mucho más grandiosas que las de la tierra.
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