Bocadillos espirituales para vivir la Cuaresma: Sábado de la 4 a. Semana – Ciclo B

“Los guardias respondieron: “Jamás ha hablado nadie como ese hombre”. Los fariseos les replicaron: “¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos”. (Jn 7,40-53)


Jesús sigue siendo una señal de contradicción.

Para unos es un santo. “Este es de verdad el profeta”.

Para otros es un engañabobos: “¿Es que de Galilea puede venir el Mesías?”

Para otros es un maldito: “¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él?”


Dios sigue siendo un problema para el hombre. Por eso mismo, buscamos tantas razones y motivos para no creer en él.

No buscamos razones para creer, pero sí para no creer.

No aceptamos las razones que nos inducen a creer, pero buscamos motivos que justifiquen nuestra incredulidad.


Pero el verdadero problema no está en la base, sino en la cúpula.

En la base reconocen que en Jesús hay algo que no encuentran en ningún otro.

En la base hasta los guardias del Templo se sienten sorprendidos: “Jamás nadie ha hablado como ese hombre”.

Pero en la cúpula están los “jefes y fariseos”.

Ellos tienen las cosas muy claras, Jesús no pasa de un simple embaucador.

Ellos tienen las ideas muy claras: “Jesús no cumple con la Ley”.

Y quienes viven de la ley la tienen imposible creer en quien vive libre de la Ley y vive del amor. “¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él”.


Cuanto más arriba se está:

es más difícil abrirse a la sencillez de la verdad.

es más difícil abrirse a la verdad de los de abajo.

es más difícil aceptar que uno puede estar equivocado.

es más difícil abrir el corazón al cambio.

es más difícil reconocer los propios errores.


Es que cuando se está arriba nos convertimos en hombres de la ley.

Y cuando nos hacemos hombres de la ley, preferimos la esclavitud de la ley a la libertad del amor.

Porque cuando se está arriba rehuimos cualquier cambio que pueda poner en peligro nuestra dignidad y prestigio.

Además de vivir esclavos de la ley, es el modo más fácil de esclavizar a los de abajo.

Prestigio, tener, poder:

Nos hacen sentirnos dueños de la verdad.

Nos hacen sentirnos impermeables a la verdad que no venga de nosotros mismos.


Tenemos la idea de que estar en las alturas es como una especie de carné de la verdad, de autenticidad, de infalibilidad.

¿Un simple nombramiento nos otorga la infalibilidad?

¿Un simple nombramiento nos hace dueños de la verdad?

¿Un simple nombramiento nos da derecho a impedir que otros piensen?

¿Un simple nombramiento nos da derecho a pensar por los demás o a imponer nuestro modo de pensar?


Mientras la gente del pueblo siente que algo nuevo se vislumbra en el horizonte: “ningún jefe creyó en él”, los simples guardias se sienten conmovidos: “ningún jefe creyó en él”.

Por eso, lo más fácil para los que están arriba es “condenar a los de abajo”: “Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos”.

En este caminar cuaresmal todos tendremos que cuestionarnos en nuestra relación con Jesús y con los que no piensan como nosotros.

En este caminar cuaresmal también los de arriba tendrán que examinarse si ellos creen de verdad en el Evangelio o siguen también ellos esclavos de la ley.

Los de abajo no somos infalibles, pero ¿lo serán siempre los que están arriba en la cima?


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo B, Cuaresma Tagged: autoridad, fariseos
05:11

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