Bocadillos espirituales para vivir la Cuaresma: Martes de la 5 a. Semana – Ciclo B

“Y entonces dijo Jesús: “Cuando levantéis al Hijo del Hombre, sabréis que soy yo, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada. Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él”. (Jn 8,21-30)



A Jesús no le conocieron cuando hacía milagros.

No le conocieron cuando curaba enfermos.

No le conocieron cuando limpiaba leprosos.

No le conocieron cuando abría los ojos a los ciegos.

Es decir:

No le conocieron cuando más parecía resplandecer su persona.

No le conocieron cuando su figura emitía más luz.

No le conocieron cuando su figura brillaba más.

Serán testigos de sus milagros y de sus anuncios y sin embargo, seguirán preguntando: “¿Quién eres tú?”


Pareciera que Dios se revela y manifiesta más luminosamente en aquello que más le oscurece.

Tendrán que esperar a la humillación de la Cruz para saber “que yo soy”.

Tendrán que esperar a desfigurarle humana y divinamente en la Cruz, para saber quién es realmente él.

Tendrán que levantarlo “en alto”, colgarlo de la Cruz, para poder reconocerle.

Dios se hace luz en la oscuridad.

Dios se hace luz en la tiniebla.

Dios se hace luz en la noche de la Cruz.


La Cruz es la mayor negación de la divinidad de Jesús.

La Cruz es la mayor prueba de que Dios no está con él.

Y sin embargo, Jesús dirá: “El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada”.

Donde los demás ven la negación de Dios, “maldito el que pende del madero”, Jesús ve la presencia de Dios.

Donde los demás ven el abandono de Dios, Jesús siente la compañía del Padre.

Donde los demás ven el “no” de Dios a su obra, Jesús descubre la afirmación de Dios a su identidad y a su enseñanza.

Donde los demás ven el “fracaso de su proyecto”, Dios lo afirma y confirma.


A aquellos griegos que “querían ver al Señor”, Jesús los remite precisamente a “cuando el Hijo del Hombre sea levantado en alto”.

Será entonces que “atraeré a todos hacia mí”.

Y ahora lo repite Jesús a los fariseos que siguen sin reconocerle. “Cuando levantéis el Hijo del Hombre, sabréis que yo soy”.


¿Por qué la cruz, siendo la mayor oscuridad de su vida y la mayor negación de su persona y de su obra se convierte precisamente en su mayor centro de atracción, en su mayor centro de revelación y manifestación?

El dolor y el sufrimiento oscurecen y clarifican poco.

La muerte es como si se apagasen todas las luces de la casa.

Y sin embargo, la Cruz, lo ilumina todo y lo clarifica todo.

La Cruz como principio de conocimiento, “sabréis que yo soy”.


Es que la Cruz, más que expresión de lo trágico de la vida, se convierte en el sacramento del amor, en la revelación del amor.

No conoceremos a Jesús por sus sufrimientos.

Le conoceremos cuando lo veamos como expresión del amor que Dios nos tiene.

Le reconoceremos cuando podamos decir: “así ama Dios”.

Si Dios es amor, solo será posible reconocerle en el amor.

Si Dios es amor, solo será posible reconocerle en el mayor gesto de amor, que es, sin duda el dar la vida por nosotros.


Si quieres conocer de verdad a Jesús levanta los ojos y contempla al que está colgado por ti del madero de la Cruz.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo B, Cuaresma Tagged: cruz, muerte, salvacion
21:31

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