“Le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban. Jesús les dijo: “Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque de los que son como los niños es el reino de los cielos. Y después de haberles impuesto las manos se fue de allí”. (Mt 19,13-15)
De nuevo aparecen los niños en la vida de Jesús.
Y de nuevo Jesús propone a los niños como los candidatos al reino de los cielos.
Los discípulos no están de acuerdo que los niños molesten al Maestro.
Y también los discípulos tenían su mal humor, por eso les “regañaban”.
Todo el mundo tiene derecho:
A gritar a los niños.
A retirar a los niños.
A maltratar a los niños.
Menos Jesús que siempre da la cara por ellos.
Hemos vivido dolorosas experiencias en el trato que hemos dado a los niños.
No voy a echar más leña al fuego.
Por el contrario, cuando veo a Jesús abrazar y bendecir e imponer sus manos en la cabecita de los niños, siento ganas a estas alturas de mi años, de volver a ser niño.
Sí, yo quiero volver a ser niño.
Porque a Dios le encantan los niños. Y siendo niño pudiera regalarle una alegría más a Dios. Me encanta ver a Dios feliz por sus hijos, feliz por las cosas que Él mismo ha hecho. ¿Quisieras ser hoy una alegría más en el corazón de Dios Padre?
Sí, yo quisiera volver a ser niño.
Porque me gustaría volver a aquella inocencia de niño, cuando a Dios me atrevía a llamarlo “papi”. Me gustaría volver a aquella inocencia que me hacía sentir a Dios tan bueno que no me daba miedo. ¿Quisieras llamar hoy “papi” a Dios, en vez de decirle, “Señor”?
Sí, yo quisiera volver a ser niño.
Porque me gustaría volver a sentir el gusto por el juego. Jugar a canicas. Patear una pelota de trapo. Y sentirme feliz. Es que ya creo que he perdido el gusto y la alegría por las cosas sencillas y simples. Sólo juego con las cosas complicadas y esas no me causan alegría.
Sí, yo quisiera volver a ser niño.
Andar descalzo por casa, pelearme con mis hermanitos porque me han cogido mis cosas. Es que me parece tan maravillosa una vida hecha de cosas pequeñas, de pequeñas travesuras, de pequeñas aventuras. Al menos así recuperaría la alegría de una cara ya cansada de tantas preocupaciones serias.
Sí, yo quisiera volver a ser niño.
Patalear cuando no me dejan ver la televisión, no me dejan salir fuera a la calle a jugar con mis amigos y alejarme de casa hasta la plaza. Es que resulta tan bonito el enfado de un niño que al rato siguiente se olvida de sus pucheritos y rabietas y vuelve a sonreír de nuevo…
Sí, yo quisiera volver a ser niño.
Volver a sentir la necesidad de estar junto a mami y a papi, interrumpirles cuando están hablando cosas serias, aunque se enfaden y me manden a la cama. Es que me parece estupendo el que a los mayores se les distraiga de sus grandes problemas y preocupaciones para que se preocupen un poco de los problemas chiquitos.
Sí, yo quisiera volver a ser niño.
Porque así me sentiría más cerca del Reino de Dios.
Jesús lo dijo, si no os hacéis como niños, no entraréis.
El Reino de Dios es de los que son como ellos.
¿Y sabes lo maravilloso que es el que te digan que tú ya estás en el Reino de Jesús?
Sé que a muchos también hoy les molestan los niños en la Iglesia.
No están quietos.
Hablan y hasta gritan.
No dejan escuchar y distraen.
Sin embargo estoy seguro de que también Jesús nos dice:
Déjenles jugar que eso me divierte.
Déjenlos hablar que eso rompe tanta seriedad.
Los niños dan vida a la familia.
También a la Iglesia, aunque muchos “les regañen”.
Porque también hoy quiero imponerles las manos y bendecirles.
Clemente Sobrado C. P.
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