Fui formador de seminario durante veinte años y muchas veces recriminé a los otros formadores que no usaban para nada el elogio como motivación y se excedían continuamente en la sanción.
Ahora quiero matizar, tras años de vacación educativa, reflexión y lectura, como la del libro "Educar hoy" de Bronson y Merryman, que el elogio motiva al estudiante, pero que ha de ser justo, que es tanto como decir que se ha de dirigir más al esfuerzo específico que realiza el alumno (“-Te esforzaste bien en esto y en esto”) más que a su innata capacidad (“-Tú eres muy listo, el listo de la clase”).
Pero no me retracto de lo que pensaba y aplicaba entonces, en cuanto que sigo pensando que el elogio, sobre todo si es justo y específico, es decisivo para motivar al alumno, que se estimula más que con sanciones.
Publicar un comentario