“Dijo Jesús a sus discípulos: “Les aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.” Al oírlo, los discípulos quedaron sorprendidos y dijeron: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” Jesús, mirando fijamente, dijo: “Para los hombres es imposible, pero Dios lo puede todo.” “Ustedes que me han seguido, también se sentarán en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo el que por mi nombre, deje casa, hermanos… recibirá y heredará la vida eterna.” (Mt 19,23-30)
Sigue el diálogo de Jesús con sus discípulos.
La negativa del joven rico a dejar sus riquezas para seguir a Jesús, termina siendo un ejemplo claro para la catequesis de Jesús.
No le sigue:
Porque no tengas ganas de algo más.
Porque no tenga la ilusión ser más que lo que es.
Porque no tenga ganas de aspirar a algo más.
Pero tiene un problema:
No se puede seguir a Jesús como quien cambia de casa y se lleva consigo todo lo que tiene.
No se puede seguir a Jesús con el camión de transportes cargado.
No se puede seguir a Jesús llevándose consigo todas sus riquezas.
Y por eso, da vuelta atrás y regresa a su casa triste.
Y el mismo Jesús que se había hecho ilusiones lo ve marchar desilusionado.
Esto le da a Jesús pie para hacer una afirmación muy dura:
“difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos”.
No por ser rico.
Sino porque valora más lo que tiene que el ser discípulo de Jesús.
Ser rico no es ningún pecado.
El pecado está en el corazón del rico que pone como valor de su vida sus riquezas.
El pecado está en el corazón del rico apegado a sus riquezas.
El pecado está en el corazón del rico que no descubre que Jesús es más que todas sus riquezas.
El pecado está en el corazón del rico que prefiere sus riquezas a seguir con libertad a Jesús.
No son las riquezas las que impiden entrar en el reino.
Es la actitud que tenemos frente a las riquezas las que nos estorban.
Y claro, si el apego a las riquezas es un obstáculo para entrar en el Reino, significa:
que las riquezas son también el gran obstáculo para que todos tengan lo suficiente.
que las riquezas de unos son la causa de la pobreza de otros.
que hay pobres porque hay ricos que lo acaparan todo.
que hay pobres, porque hay ricos, para quienes sus riquezas son más importantes que los pobres.
que hay pobres, porque hay ricos insensibles a la pobreza de los demás.
que hay pobres, porque hay ricos incapaces de renunciar a lo que tienen para otros tengan algo.
Y quien no valora a los pobres:
no está en condición de abrirse a los valores del Evangelio.
porque su corazón está pegado a sus riquezas, y así nunca entenderá el Evangelio.
Si no somos capaces de dar lo tenemos a los pobres para entregarse a Jesús, ¿cómo lo hará con los pobres?
Es problema de riquezas y del apego del corazón
De todos modos, siempre queda una esperanza.
Lo que parece imposible para los hombres siempre será posible para Dios.
La gracia de la conversión del corazón siempre es una posibilidad para todos.
El mundo de la riqueza y la pobreza:
No cambiará sin la conversión del corazón.
No cambiará sin el cambio del corazón.
No es un problema de justicia social.
Es un problema de gracia, de conversión.
Y Dios no niega su gracia tampoco a los ricos.
Y por eso también los ricos pueden convertirse.
Y por eso también los ricos pueden salvarse.
“Para los hombres es imposible,
pero Dios lo puede todo”.
No se trata de teorías ni de ideologías.
Se trata de conversión, fruto de la gracia.
Y por eso, humanamente es imposible que un rico entre en el reino de los cielos.
Pero visto desde la gracia, la salvación es para todos, ricos y pobres.
No nos salvamos porque dejamos.
Nos salvamos porque le seguimos.
Y le seguimos dejándolo todo.
Clemente Sobrado C. P.
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