Nos harán falta las dos cosas en cuanto la gente comience a denunciarnos a los curas por esos supuestos daños morales como acaba de ocurrir en un pueblo de Jaén. Un sacerdote que niega la comunión a una joven por considerar que no va vestida correctamente, y denuncia ante la guardia civil por daños morales, ya que según afirman los padres se ha producido una “humillación pública a una menor”, y además presentan un parte médico que recoge que su hija “ha estado con ansiedad” y, además, “le daba vergüenza salir a la calle en un pueblo donde todos nos conocemos”.



Pues nada. Esto es el principio del melón. Cualquier día Paquita, que lleva viviendo toda la vida con Manolo, casado previamente y no con ella, pondrá una querella porque el párroco habló de adulterio y todo el mundo se dio cuenta de que lo decía por ella. También se espera querella de doña Justa, que encargó una misa rezada por su difunto esposo y el sacerdote celebrante se le olvidó citar el nombre, con lo cual la buena mujer lleva tres días con sales para que se le vaya el soponcio. Se espera la denuncia de José, al que el párroco le negó ser padrino de bautismo simplemente por ser militante de la asociación de laicistas del pueblo y haber protagonizado una procesión burlesca el día de Jueves Santo.




Así que mucho me temo que los curas vamos a tener que ejercer a la americana: con bufete de abogados de cabecera, seguro de responsabilidad civil que nos cubran frente a soponcios, malentendidos y comuniones negadas, y posiblemente exigiendo a los feligreses cuando entren en misa la firma de un documento eximiendo al sacerdote de responsabilidades.


Insisto que no sé lo que pudo pasar en ese pueblo de Jaén. Sí parece que el buen cura debía de estar harto de ver de todo en la iglesia cuando se lanzó a colocar el cartelito sobre el necesario decoro en el vestir en un templo católico. Tampoco me voy a meter en lo que debe ser considerado moral o inmoral, o en los centímetros de la falda o el escote. No quiero hablar de la posibilidad de que la ya no tan niña fuera directamente a provocar con un “a ver si tiene lo que hay que tener para negarme la comunión”, para nada descartable, o que el cura fuera un maniático de la decencia pública.


De lo que no se habla es de las veces en que un sacerdote podría denunciar a los feligreses. Cosas como “se va a enterar”, “usted se gasta lo de Cáritas en mujeres”, “usted es una mala persona”, “hay que ver lo mal que se ha portado con la niña en catequesis” tenemos que aguantarlas cada día, y estos ejemplos son de un servidor.


Vivimos en un mundo en el que la última niña mona tiene todos los derechos y si alguien osa llevarle mínimamente la contraria acude al arma de cualquier telebasura que siendo contra un cura no se niega a regalar morbo. La gente, entre la nena y el cura por supuesto que mayoritariamente con la nena, porque todo cura, por el hecho de serlo, y más si intenta poner un poco de orden, es alguien que solo quiere echar a la gente de la iglesia y más le valiera atraer a la juventud.


Lo de la jovencita, por cierto, en el funeral de la abuela. Que no digo yo que y volver al luto riguroso de meses y meses, y años y años, pero al menos una cierta discreción en el vestir… habida cuenta la ocasión. Al final, es que no sabemos ni estar.





03:21

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