Domingo 21 del Tiempo Ordinario – A
Jesús pregunta primero sobre lo que la “gente piensa y dice”. Y la verdad es que la gente no tiene ni idea de lo que realmente es Jesús. Saben que no es como los demás. Pero no saben quién es.
Sin embargo, a Jesús le interesa más el saber ¿qué piensan ellos?
¿No sabía Jesús de sobra lo que pensaba la gente y lo que pensaban los suyos? Sin duda alguna.
Pero sucede que, a veces, ciertas preguntas, como que nos desinstalan y remueven los propios cimientos. Porque, además, lo curioso del relato es que él mismo que pregunta y está preguntando sobre sí mismo.
La pregunta, además era fundamental. Porque la verdadera fe no es cuestión de un examen de religión ni siquiera un examen de teología. La verdadera fe se conoce de la actitud que tenemos frente a El y de lo que él significa para nosotros.
Podemos llamarnos creyentes, y andarnos por las ramas. Y puede sucedernos como con el colesterol, eso que llaman la muerte secreta, que nos va matando sin enterarnos.
Algo parecido puede sucedernos con la fe.
Creer que creemos, pero no sabemos en qué ni en quién.
Creer que creemos, pero no saber responder de nuestra fe.
Una fe que es más una doctrina que una vivencia.
Una fe que es más un conocer de segunda mano que una experiencia personal.
La pregunta “¿y vosotros quién decís que soy?” Implica todo un cuestionamiento a nuestra fe:
¿Qué idea tenemos de El?
Y más que nada: ¿Qué significa El en nuestras vidas?
¿Qué pensamos de El? Sí. Pero ¿qué vivimos de Él?
¿Qué decimos de El? Sí. Pero ¿qué lugar ocupa en nuestras vidas?
¿Quién es Jesús, entonces? Alguien que tiene que perturbar.
Alguien que obliga a abandonar nuestra tranquila seguridad.
Alguien que no nos puede dejar tranquilos en nuestras actitudes y posturas y falta de compromiso, y olvido de los demás, y cerrar los ojos ante los otros.
Jesús está llamado, de alguna manera, a ser y convertirnos en “un escándalo”.
Y el problema de nuestra fe está en que son más los que se acurrucan y acomodan fácilmente a El, que aquellos que sufren un impacto y un escándalo.
Hablar de Jesús y no provocar escándalo alguno, es señal de que hablamos más desde nosotros que desde El.
A pesar de que a Jesús siempre la presentamos con una larga barba, de hecho, el Jesús que anima nuestras vidas, está bien afeitado.
Le hemos quitado esa mordiente que molesta y fastidia.
Y nos hemos quedado con un Jesús sentimental y dulzarrón.
¿Será por eso que hay tantos cristianos con una glucosa muy elevada y con una diabetes espiritual incurable y con un colesterol no controlado?
¿Quién es Jesús para nosotros hoy?
¿Alguien que nos impacta y sacude las fibras de nuestro corazón y de nuestro ser?
¿Alguien que apasiona nuestra mente y nuestro corazón?
¿Alguien que compromete no sólo nuestra moral, nuestra ética, sino todo nuestro ser?
¿Alguien que da sentido y dirección a nuestras vidas?
¿Alguien capaz de sacarnos de nuestros egoísmos y comprometernos con los demás?
¿Quién es Jesús para nosotros hoy?
Cada uno tendrá su propia respuesta.
Nuestra fe dependerá de la respuesta que cada uno dé a la pregunta
¿Quién decís vosotros que soy yo?
¿Qué significo realmente yo en vuestras vidas?
Porque nuestra fe es en “un Viviente” y es una “fe viva y para la vida”.
Señor: hay preguntas molestas. Y no porque no sepamos las respuestas,
sino porque las respuestas nos comprometen.
Sabemos que existes: pero no nos preguntamos ¿qué eres para nosotros?
Decimos que estás a nuestro lado vives en la Iglesia:
pero no nos preguntamos ¿qué significas para nosotros?
Sabemos que tú eres la base de nuestra fe, pero nosotros seguimos jugando con nuestras pequeñas ideas.
Sabemos que allí donde tú entras todo está llamado a cambiar.
Que como Pedro podamos confesar: “Tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo”.
Pero luego preguntarnos ¿dónde vives y dónde te haces vida?
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo A, Tiempo ordinario Tagged: hijo de dios, identidad, Jesus, mesías, pedro
Publicar un comentario