“Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo, No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo, Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo para que también se consagren ellos en la verdad”. (Jn 17, 11-19)
Con frecuencia, no faltan quienes hablen de nosotros.
Y nos preguntamos:
¿Qué están diciendo de nosotros?
Nos sentimos preocupados de lo que otros puedan pensar de nosotros.
Leyendo este texto:
Da gusto escuchar a Jesús hablar con el Padre sobre nosotros.
Con qué ternura habla de nosotros.
Con qué cariño le habla de nosotros.
Con qué ilusión y esperanza habla de nosotros.
Con qué fe le habla Jesús al Padre sobre nosotros.
¿Verdad que da gusto escucharle?
¿Verdad que nos sentimos felices al escucharle?
¿Verdad que se nos llena el alma al escucharle?
¿Verdad que nos sentimos importantes al escucharle?
Primero habló de él mismo.
Habló y le contó todo lo que sucedería con su muerte.
Ahora le habla de nosotros.
De lo que piensa de nosotros.
De cómo nos ve a nosotros ahora que él se va.
¿Y qué cosas habló con el Padre sobre nosotros?
Que ahora me voy a ti.
Y lo digo para ellos tengan mi alegría cumplida.
El mundo los ha odiado porque no son del mundo.
Tampoco yo soy del mundo.
Que no los saques del mundo, pero presérvalos del mal.
Ellos no son del mundo igual que yo no soy del mundo.
Conságralos en la verdad, sabiendo que tu palabra es verdad.
Igual que tú me enviaste al mundo, así los envío yo al mundo.
Yo me consagro por ellos.
Porque quiero que ellos sean consagrados en la verdad.
El mundo no entiende el plan de Dios.
Y sin embargo envió a su hijo al mundo.
Y ahora nos envía a nosotros.
Por más que tampoco el mundo nos entienda.
Pero no por eso quiere sacarnos del mundo a un lugar seguro.
Tenemos que vivir la verdad:
No en lugares fáciles.
No donde el viento a está a favor nuestro.
La misión del cristiano está allí donde el viento sopla en contra.
No busquemos tiempos fáciles.
Ningún tiempo es fácil para la palabra de Dios.
Ningún tiempo ha sido fácil para Dios.
Tampoco hay tiempos favorables a los creyentes.
Nuestra misión no es ser testigos donde todos creen.
Sino allí donde todos ofrecen resistencia.
No busquemos el aplauso del mundo.
Más bien esperemos el odio, la incomprensión y el rechazo.
“Dichosos de vosotros cuando os persigan por mi nombre”.
Pero tenemos una seguridad.
El mismo Jesús se entrega al Padre por nosotros.
El mismo Jesús se consagra en la verdad.
Para que nosotros seamos consagrados en la verdad.
No estamos llamados a vivir a medias verdades.
Como Jesús tampoco vivió de las verdades a medias.
Ni hemos de renunciar a la verdad.
Como tampoco él renunció a la verdad.
Por más que la verdad sea peligrosa y pueda llevarnos, como a El, a la Cruz.
No nos quejemos de que vivimos en ambientes difíciles para creyentes.
Más bien es ahí donde estamos llamados a ser testigos de la verdad.
Nadie nos crucificará por confesar la mentira.
Pero encontraremos muchas piedras en el camino por vivir en la verdad.
No pidamos que nos saquen del mundo y nos lleven a lugares más cómodos.
Estamos llamados a vivir en el mundo como el resto de la gente.
La única diferencia:
Que ellos son del mundo. Nosotros solo estamos en el mundo.
Pero sin ser del mundo.
Sin pensar como el mundo.
Sin actuar como el mundos.
Somos iguales siendo diferentes. Somos diferentes siendo iguales.
Se nos tiene que conocer por la diferencia.
No olvidemos: una cosa es “ser” y otra muy diferentes es “estar”.
Nosotros somos de los que “solo estamos”, al igual que Jesús.
Por eso, no nos extrañe corramos la misma suerte.
Clemente Sobrado C. P.
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