"Vayamos hoy a casa con estos dos íconos: David que llora y el otro, el
jefe de la Sinagoga, que se arroja ante Jesús, sin miedo de avergonzarse
y hacer reír a los otros. En juego estaban sus hijos: el hijo y la
hija. Y con estos dos íconos digamos: 'Creo en Dios Padre...'. Y pidamos
al Espíritu Santo - porque sólo es Él, el Espíritu Santo -- que nos
enseñe a decir '¡Abba!, ¡Padre!'. ¡Es una gracia! Poder decir a Dios
'¡Padre!' con el corazón es una gracia del Espíritu Santo. ¡Pedirla a
Él!"
jefe de la Sinagoga, que se arroja ante Jesús, sin miedo de avergonzarse
y hacer reír a los otros. En juego estaban sus hijos: el hijo y la
hija. Y con estos dos íconos digamos: 'Creo en Dios Padre...'. Y pidamos
al Espíritu Santo - porque sólo es Él, el Espíritu Santo -- que nos
enseñe a decir '¡Abba!, ¡Padre!'. ¡Es una gracia! Poder decir a Dios
'¡Padre!' con el corazón es una gracia del Espíritu Santo. ¡Pedirla a
Él!"
Publicar un comentario