Estimados lectores, estimada familia de lectores formada con los años: Hoy, por fin, he regresado a mi casa. Han sido veinticuatro horas que me han parecido como muchos días. Para empezar, la anestesia fue completa. Hubo, incluso, que colocar una mañana. Llevo en la tripa una línea de grapas. El dolor ha sido como si tuviera todo el día una ardilla que me hubiera mordido y estuviera colgada allí sin abrir la mandíbula.
El dolor era tan grande que no me podía poner de lado. El más pequeño movimiento del tórax me hacía retornar a las peores crueldades de la Revolución Francesa. Durante veinticuatro horas he estado boca arriba. Al día siguiente, al ir de la cama al sillón de al lado, el dolor ha sido tan agudo que casi he perdido el sentido. Me he quedado blanco como las sábanas, mientras mi frente y todo mi cuerpo se bañaba en sudor, hasta escuchaba cada día más lejana a mi madre. Menos mal que me acababan de poner un calmante por la vía, y lentamente me he ido recobrando. Pero he tardado media hora en recobrar la normalidad. Si mi madre no me hubiera sostenido la cabeza, no hubiera yo tenido fuerzas para ello.
Curiosamente, al estar en casa ya me voy sintiendo mejor. Pequeños pasitos, ningún esfuerzo y, ahora mismo, no me duele; ya veremos esta noche. Gracias a todos vosotros por vuestras oraciones. De verdad, gracias.
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Animo Padre! Dios lo bendiga.