Hoy regresaba del hospital escuchando (por centésima vez) a Bach. Esa música que aparece no una vez cada cien o doscientos años, sino una vez en la Historia humana. Para comprender lo complicada que es la arquitectura de sus armonías, puede verse este link de abajo, y eso que se expone como ejemplo una música sencillísima (meteos sólo si tenéis mucho tiempo):
Esta tarde escuchaba los Conciertos de Brandenburgo. Qué fluidez, qué ausencia de rellenos, que sonoridad tan plena.
Aquí va el oratorio de Navidad, tan desconocido, todo un cántico de alegría sin medida. Alegre y puro como el rostro del niño cuya foto he puesto hoy en el post:
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