¿Porque todos serán salados por el fuego?

Frase enigmática de Jesús que nos trae Marcos en su colección de dichos del Señor del capítulo 9. Concretamente está en el versículo 49 . Es el único de los cuatros Evangelios que la consigna. Las traducciones suelen variar un poco, pero muchas coinciden en la que hemos puesto como título. ¿Qué significa ser salado por el fuego?


fuego


En el versículo anterior Marcos hablaba del gusano y el fuego del infierno (Gehena). En el siguiente se explaya sobre la sal, que es presentada como algo bueno. Pero parece que nuestro versículo no está relacionado ni con el uno ni con el otro… sino que es independiente. ¿Entonces… qué significa?


A la luz del Antiguo Testamento


Los biblistas en general tienden a dar como marco de referencia el capítulo 2 del Levítico. Allí se hacer referencia a cómo deben ser confeccionadas las ofrendas que son presentadas como sacrificio al Señor. Los versículos 8 al 10 hacen referencia al fuego:



“Cuando presentes al Señor una oblación preparada en cualquiera de estas formas, la llevarás al sacerdote, y él la acercará al altar, luego apartará de ella el memorial y lo hará arder sobre al altar: es una ofrenda que se quema con aroma agradable al Señor. El resto de la oblación será para Aarón y sus hijos, como un porción santísima de las ofrendas que se queman para el Señor.”



Luego aclara que ni la miel ni la levadura deben ser quemadas como ofrendas. A continuación, en el versículo 13 se enseña sobre el uso de la sal:



“En cambio, sazonarás con sal todas las oblaciones que ofrezcas. Nunca dejarás que falte a tu oblación la sal de la alianza de tu Dios: sobre todas tus oblaciones deberás ofrecer sal.”



Notemos la expresión: “la sal de tu alianza con Dios”. La sal es un elemento que se utiliza, además de sazonar (dar sabor), para evitar la corrupción de los alimentos. Por esto es símbolo de algo que perdura, de la fidelidad de un pacto. En ese sentido se utiliza en el libro de los Números:



“Yo te doy todas las ofrendas que los israelitas ponen aparte para el Señor. Te las doy a ti, a tus hijos y a tus hijas, como derecho irrevocable. Esta será una alianza de sal -una alianza eterna- para ti y tu descendencia, delante del Señor.” (Num 18,19)



La alianza con el Señor se manifiesta a través de la conducta moral del creyente y de los ritos con los cuales se lo Alaba como el Único Señor, Dios vivo y verdadero. Al utilizarse la sal como elemento para el sacrificio ritual judío se significa algo propio y valioso que el hombre ofrenda a Yaveh.


La sal unida al único y verdadero Sacrificio.


Los ritos del Antiguo Testamento llegaron a su plenitud con el único y gran sacrificio agradable al Padre: la del Hijo que se entrega en la cruz. Un sacrificio al cual nosotros, con nuestra vida cotidiana, nos podemos unir. Así nos lo enseña el Catecismo :



“Es justo ofrecer a Dios sacrificios en señal de adoración y de gratitud, de súplica y de comunión: “Verdadero sacrificio es toda obra que se hace con el fin de unirnos a Dios en santa compañía, es decir, relacionada con el fin del bien, merced al cual podemos ser verdaderamente felices” (San Agustín).


El sacrificio exterior, para ser auténtico, debe ser expresión del sacrificio espiritual. “Mi sacrificio es un espíritu contrito…” (Sal 51, 19). Los profetas de la Antigua Alianza denunciaron con frecuencia los sacrificios hechos sin participación interior (cf Am 5, 21-25) o sin relación con el amor al prójimo (cf Is 1, 10-20). Jesús recuerda las palabras del profeta Oseas: “Misericordia quiero, que no sacrificio” (Mt 9, 13; 12, 7; cf Os 6, 6). El único sacrificio perfecto es el que ofreció Cristo en la cruz en ofrenda total al amor del Padre y por nuestra salvación (cf Hb 9, 13-14). Uniéndonos a su sacrificio, podemos hacer de nuestra vida un sacrificio para Dios.” (CIC 2099/20100)



Así que aquí la sal de la cual nos habla Jesús es nuestra vida unida a la suya. Y, en este sentido, lo podemos comprender a la luz de lo que nos enseña en el Evangelio de Mateo: “Ustedes son la sal de la tierra.” (5, 13). Y por eso aclara el versículo siguiente de Marcos: “La sal es una cosa excelente, pero si se vuelve insípida, ¿con qué la volverán a salar? Que haya sal en ustedes mismos y vivan en paz unos con otros” (9,50).


Y el fuego… ¿cómo sala?


En el Antiguo Testamento el fuego consumía las ofrendas del sacrificio. Jesús, por su parte nos habla de otro fuego “misterioso”: “Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12,49). El mismo Lucas que nos cuenta de estas palabras de Jesús, también nos hace referencia a la identidad de este fuego en su libro sobre los Hechos de los Apóstoles:



“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.” (Hch 2,1-4)



Así el fuego con el cual son saladas nuestras obras es la Persona misma del Espíritu Santo que nos habita y vivifica interiormente. El Catecismo nos lo explica muy bien al enseñarnos sobre el mérito que pueden tener nuestras obras. Les cito solamente dos números (el texto completo aquí ):



“El mérito del hombre ante Dios en la vida cristiana proviene de que Dios ha dispuesto libremente asociar al hombre a la obra de su gracia. La acción paternal de Dios es lo primero, en cuanto que Él impulsa, y el libre obrar del hombre es lo segundo, en cuanto que éste colabora, de suerte que los méritos de las obras buenas deben atribuirse a la gracia de Dios en primer lugar, y al fiel, seguidamente. Por otra parte, el mérito del hombre recae también en Dios, pues sus buenas acciones proceden, en Cristo, de las gracias prevenientes y de los auxilios del Espíritu Santo.


La adopción filial, haciéndonos partícipes por la gracia de la naturaleza divina, puede conferirnos, según la justicia gratuita de Dios, un verdadero mérito. Se trata de un derecho por gracia, el pleno derecho del amor, que nos hace “coherederos” de Cristo y dignos de obtener la herencia prometida de la vida eterna. Los méritos de nuestras buenas obras son dones de la bondad divina. “La gracia ha precedido; ahora se da lo que es debido [...] Los méritos son dones de Dios” (San Agustín).” (CIC 2008/9)



¿Se comprende qué quiere decir que somos salados por el fuego? ¿Están de acuerdo o la interpretación que les he dado está errada? Escucho todos los comentarios que quieran dejar.


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