“Jesús llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: “El que quiera venir detrás de mí, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla?” (Mc 8,34-9,1)
Ayer Jesús daba su primera lección a sus discípulos sobre su verdadera identidad.
Hoy, Jesús extiende esta lección a todos los que quieran seguirle.
Es que no podemos separar a los discípulos del resto de seguidores.
Esto lo expresó muy bien el Papa Francisco en su visita a Asís:
“En estos días, en los periódicos, en los medios de comunicación se fantaseaba: “El Papa irá a despojar a la Iglesia ¡allí!”
“¿De qué despojará a la Iglesia?”
“Despojará los hábitos de los obispos, de los cardenales, se despojará a sí mismo”.
Esta será una buena ocasión para hacer una invitación a la Iglesia a despojarse. ¡Pero la Iglesia somos todos! ¡Todos!
Desde el primer bautizado, todos somos Iglesia y todos debemos ir por el camino de Jesús, que recorrió el camino de despojamiento, El mismo.
Se hizo siervo, servidor; quiso ser humillado hasta la Cruz.
Y si nosotros queremos ser cristianos, no hay otro camino.
¿Pero no podemos hacer un cristianismo un poco más humano, dicen, sin cruz, sin Jesús, sin despojamiento?
¡De este modo nos volveríamos cristianos de pastelería, como buenas tartas, como cosas dulces”. (L’Osservatore Romano 11, de octubre del 2013)
Jesús primero define su identidad.
Y define su camino.
Y ahora, que comienza a enseñar a sus discípulos, que somos todos, nos dice que:
Nuestro camino es su camino.
Nuestra identidad es su identidad.
Nuestra actitud es su actitud.
Cargar con la cruz de cada día:
No es una invitación al dolorismo.
Jesús no quiere la Cruz ni para él ni para sus seguidores.
La Cruz no es algo que tenemos que buscar.
La Cruz es una consecuencia.
La Cruz es consecuencia de una fidelidad.
La fidelidad al Evangelio.
La fidelidad al Reino.
La fidelidad a Dios.
La Cruz no la buscamos nosotros.
La Cruz nos la merecemos.
La Cruz nos la imponen los otros.
La Cruz nos llega a través de aquellos que no están de acuerdo con la fidelidad al Evangelio.
Jesús no compró su Cruz ni mandó hacerla.
Se la impusieron quien le consideraron fiel a Dios y no a la Ley.
Seguir a Jesús es estar dispuesto a que también la crucifiquen.
Seguir a Jesús es estar dispuesto a sacrificar la vida antes de ser infiel a Jesús y al Evangelio.
Seguir a Jesús no es buscar la Cruz, pero tampoco es tenerle miedo.
Seguir a Jesús no es buscar la Cruz, es ser fiel aunque la consecuencia sea la cruz.
Eso es perder la vida por Jesús.
Clemente Sobrado C. P.
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