Olimpiadas: una modesta e incorrecta opinión


Soy uno de los cuatro gatos que en este país se alegró de que Madrid no saliera elegida como sede olímpica. No voy a gastar ni una sola línea a explicar lo muy a favor que estoy de las olimpiadas, del espíritu olímpico, y del deporte en general.

Ahora bien, son los números lo que no me convencen. En Madrid estaba ya el 80% pagado, repetían. Sí, pero ese tanto por ciento era sólo de las infraestructuras, no de los gastos operativos que cuesta organizar las olimpiadas.


La gente ilusionada tiende a creer que 1.500, 2000 o 3000 millones de euros aparecerán de la nada fruto del espíritu olímpico. Sin embargo, les puedo asegurar que esos millares de millones de euros saldrán de sus bolsillos, euro a euro, uno a uno, sin que se les perdone ni uno.


Las olimpiadas tienen un beneficio político para los organizadores incontestable. Económicamente no producen ningún beneficio al país. Su beneficio es comparable a la Expo de Sevilla.


El único beneficio para el país son las ocupaciones hoteleras de esos días, que por supuesto no pagan más que una pequeña fracción del presupuesto de los juegos. Los estudios de las facultades economía son tajantes al respecto. Las ilusiones son muy bonitas. Pero las ilusiones no anulan a los números.


Lo repito, unas olimpiadas suponen la inversión de miles de millones de euros en infraestructuras no productivas. Los juegos ni siquiera cubren gastos. El historial de endeudamiento es una constante tras los juegos, cuando se descubre que se ha gastado el doble o el triple de lo presupuestado.


No, ahora España y las 600.000 familias sin sueldo alguno no pueden permitirse otro dispendio a mayor gloria de los políticos. Por lo que parece, los juegos sí que merecían un esfuerzo. Pero las familias en la indigencia no se lo merecen.


Para esas 600.000 familias lo que resultará imposible es enterarse de lo que ha costado postularse en estos juegos, los vuelos en primera clase de todos los que hicieron lobby, con sus hoteles, almuerzos, cenas y desplazamientos. Esos gastos están divididos en centenares de partidas presupuestarias locales, regionales y de infinidad de ministerios, para que la cifra no salga a la luz nunca. Porque si saliera a la luz cuanto se ha gastado en humo, constituiría un inmenso escándalo.


El deporte en la tele da votos. Los pobres no dan votos. En esta sencilla regla se cifra la razón de los millones de euros gastados hasta ahora para nada. Para nada, en medio de una emergencia nacional.



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