El post está escrito en presente, pero lo escribí el viernes. Pero con lo de las olimpiadas y tal, me he retrasado unos días en ponerlo aquí.
En mi camino de Zaragoza a Madrid, he parado para visitar una localidad al lado de la autovía, Medina del Campo. He aparcado delante de la iglesia del pueblo, y me encuentro con dos matrimonios que volvían desde la puerta cerrada. Era sábado por la mañana y, como era de esperar, la iglesia estaba cerrada al no haber ninguna ceremonia a esas horas, las 13:30.
Yo iba vestido con un chandal gris y he oído perfectamente al pasar a mi lado, como una de las cuatro personas insultaba con odio al párroco. No he reaccionado con rapidez. Pero ahora, desde luego, me hubiera acercado a él y le hubiera dicho con toda la calma del mundo: Usted insulta a ese sacerdote, y porque se supone que él tiene la obligación de estar aquí todo el día encerrado en la iglesia, para que alguien como usted pueda visitarla gratis cuando le venga en gana. ¡Vamos, hombre! Ay que ver qué cosas tienen los anticlericales.
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