Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Sábado de la 10 a. Semana – Ciclo C

“Jesús dijo a sus discípulos: “Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “cumplirás tus votos al Señor”, Pues yo os digo que no juréis en absoluto… A vosotros os basta decir “sí” o “no”. Lo que pasa de ahí viene del Maligno”. (Mt 5,33-37)


Nuestras vidas están llenas de juramentos:

“Te lo juro por Dios”.

“Te lo juro por mi madre”.

“Te lo juro por mis hijos”.

Recuerdo que cuando era niño y escuchaba estos juramentos a mis vecinos campesinos, lo hacían haciendo una cruz con los dos dedos y la besaban.

La verdad que nunca entendí ese rito. Me supongo que era como poner la cruz como signo y testigo de la verdad de sus juramentos. Bueno, que también yo lo he hecho.


Lo que sí, luego me he preguntado:

¿por qué tantos juramentos?

¿no os dais cuenta que de que cuando se asume algún alto puesto:

“los ministros tienen que juramentar su cargo”,

“los congresistas tienen que juramentar su cargo”.

Claro que, estos no cruzan los dedos, pero suelen hacerlo delante de un gran Crucifijo y la mano puesta en la Biblia.


Pero ¿por qué tenemos que “jurar”?

Es posible que la razón esté en que:

Nadie cumple su palabra.

Nadie cree a nuestra palabra.

Nadie nos cree como personas.

Tener que jurar me parece triste, porque es una pena que nadie nos crea y necesitemos poner a alguien como garantía de nuestra palabra.


Y lo peor todavía es:

Que a pesar de nuestros juramentos luego nuestra vida es un no.

Que a pesar de nuestros juramentos luego no somos fieles a nuestra palabra.

Que a pesar de jurar un “amor eterno”, terminemos tan fácilmente en divorcio.

Que a pesar de jurar una “fidelidad a Dios en la vida consagrada”, terminemos abandonando nuestra vocación y necesitemos nada menos que dispensa de Roma.

Que a pesar de jurar de que pagaremos el préstamo, luego terminemos en líos judiciales.

Que a pesar de jurar “por Dios y estos Santos Evangelios” luego terminemos en servirnos a nosotros por más que la “patria nos lo demande”.


Jesús no necesitó hacer ningún juramento al Padre para cumplir su misión.

Jesús no necesitó hacer ningún juramento al Padre para cumplir su Palabra.

Jesús no necesitó hacer ningún juramento al Padre para ser fiel hasta la muerte.


Por eso, Jesús nos pide que:

Para cuantos creemos no hay necesidad de jurar ni por Dios ni por nadie.

Para cuantos creemos no hay sino la sinceridad de “el sí” o “el no”.


Por eso nuestra vida tiene que ser “sí o no”.

Pero nada de cosas a medias.

Nada de “más o menos”.

Nada de doblez de intenciones.

Nada de engaños y mentiras.

Nada de incoherencias entre lo que decimos y lo que hacemos.

Nada de incoherencias entre nuestro “Bautismo”, nuestro “Matrimonio”, nuestros “votos” y nuestra vida.

Nada de incoherencias entre nuestra “fe y nuestra vida”.


¿No os parece que sería maravilloso que todos nos pudiésemos fiar de la palabra del otro?

¿No os parece que sería maravillosa una vida donde no necesitásemos ni de firmas ni Notarios, sino que bastase nuestra palabra?


“A vosotros os basta decir “sí” o “no”. Lo que pasa de ahí viene del Maligno”.

Vivir en la verdad es vivir siempre en “sí”.

Y vivir, solo se vive cuando hay autenticidad, el resto es mentira.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo C, Tiempo ordinario Tagged: fidelidad, juramento, jurar, palabra, promesa

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