Otoño en Riaza

Los pájaros ya se han ido. Ellos saben que es otoño y, por tanto, tiempo de volver a casa.
Las aves del norte vendrán un día de estos. Pasarán el invierno con nosotros, pero este año han retrasado el viaje.
Los árboles aún visten de verde, pero es un verde viejo, casi sin vida.  El robledal también sabe que es otoño y las hojas preparan su librea de oro para desprenderse de las ramas y caer en tierra.
La puesta de sol se adelanta. Se incendia el horizonte a media tarde. Llega un viento de la Sierra, que tendría que ser frío, pero aún no lo es.
—Lo siento —me dice la brisa—.  Aún no puedo refrescarte cuando sales a pasear. Ya sé que es otoño. Ten paciencia.
Desde el Albergue hasta el pueblo hay dos kilómetros. Los hago paseando, sin prisas, mientras preparo las meditaciones del retiro de mañana.
—¿Cómo le va, don Enrique? Hace mucho que no nos visita. ¿Ha visto cómo está "la cosa"? Un poco caliente, ¿verdad?
Supongo que "la cosa" es Cataluña; pero yo me hago el tonto.
—Sí que está caliente… Nadie diría que ha llegado el otoño.
De regreso al albergue veo que han encendido la calefacción. Me apresuro a cerrar el radiador de mi cuarto.

13:47

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