Una película gozosa, canto de amor al cine, que debería ser de visionado obligatorio para los que tienen una idea muy equivocada de los hermanos Lumière, como simples inventores del cinematógrafo, que habrían sido incapaces de ver las enormes posibilidades de lo que tenían entre manos.
Este documental, montado y narrado por Thierry Frémaux, delegado del Festival de Cannes desde 2007 y gran erudito del Séptimo Arte, desmiente tal percepción y eleva aún más la aportación al Séptimo Arte de los Lumière.
De un modo muy didáctico, agrupando pasajes por tonos y temas, que tienen una apoteosis final, Frémaux muestra cómo con los cientos de películas producidas por los Lumière, a veces con su propia familia, y por todos los lugares del mundo, habrían sido pioneros por supuesto del documental, esa salida de los obreros de la fábrica, pero también del remake –con carruaje o sin carruaje–, del cine cómico con el regador regado y sus variantes, de trucajes descubiertos felizmente, el edificio que se reconstruye solo rebobinando, la composición del encuadre, el tren atravesando la diagonal de la pantalla...
Se suele atribuir el primer plano a Griffith y el montaje a Einsenstein, pero todos los elementos que permiten la narración fílmica se encuentran ya, por los menos embrionariamente, en las películas de los cineastas franceses. Frémaux ha sabido aprovechar la reciente restauración de muchas de las producciones de los Lumière para que lleguen no sólo a estudiosos y eruditos, sino a un público más amplio, que debería recordar que hubo un tiempo en que el cine era una criatura recién nacida, y que tuvo que dar sus primeros pasos, y aprender a balbucear sus primeras imágenes, el equivalente del bebé que pronuncia "papá", "mamá".
decine21.com
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