Desde que llevo escribiendo en el blog, en Infocatólica, he recibido algunos comentarios que, reunidos y resumidos, suenan así: “ante la situación creada por las influmables declaraciones de algunos -altos, medios, bajos- miembros de la jerarquía católica, lo más católico frente a tales barrabasadas -según estos comentaristas- es ‘oír, ver y callar". Esta actitud, ciertamente, se puede y debe complementar con ‘rezar’, que siempre es muy bueno y es muy católico también. Si no haces estas cosas, si te atreves a denunciar que esas declaradas -deseos, afirmaciones, proyectos- de esos personajes -por muy de la jerarquía que sean, y más aún por eso mismo-, no casan con ‘lo católico’, entonces eres malo porque incitas y provocas inquietudes, dudas y zozobras gratuitas en las almas buenas e inocentes; y, por tanto, el malo eres tú, además de ser un rebelde y un soberbio".
Espero que se haya entendido bien el ‘discurso’; el de los partidarios de que seamos sordos, ciegos y mudos y, además, por propia voluntad y motivados. O sea: que hemos de apostar porque ayunemos de nuestra propia humanidad -de nuestro ser personas-, por renuncia expresa o tácita de lo que somos. Pero -se podría rebatir- es que así nos ha hecho Dios, y… ¡qué le vamos a hacer! Pues, para estos, lo de ser persona y ejercer de tales, es un engorro, y un lío. Y es que el buen Diosito no debería habernos hecho así, porque molestamos. ¿A quién? Primero a ellos, supongo. Y luego… ¡vete tú a saber!
Bueno, pues ya adelanto que esa actitud que se me exige -a mí y a unos cuántos más- NO ES CATOLICA. No señor: es imposible que el Señor nos haya hecho como nos ha hecho… justo, ¡para que no ejerzamos! Pues va a ser que no. Es lo mismo que si el Señor, que nos ha dado la capacidad de engendrar, luego, a la hora de tener hijos en santo matrimonio, nos pidiera que “alquiláramos un vientre"; que los hay también de alquiler, desgraciadamente, o de temporada. Pues va a ser que tampoco.
Como no quiero ser un liante, y dejarme llevar de opiniones propias en temas doctrinales y teológicos tan de fondo, vamos a ver qué dice Jesús, cómo se posiciona al respecto.
Vamos a irnos, en primer lugar, a las palabras que dan título al artículo: “…gritarían las piedras”. Son palabras que pronuncia Jesús en su entrada triunfal en Jerusalén, saliendo al paso de todos los que -como estos que quieren que me calle- se escandalizan de lo que grita la gente con toda el alma, aclamándolo como Dios.Jesús, ante su ‘queja’, les dice: si callaran éstos, gritarían las piedras. Y da por zanjado el escándalo y la sinrazón de su rasgarse las vestiduras. Y es que escandalizarse de la verdad, y más de la Verdad que viene de Dios, que es Dios…, malo, malo. Fatal, en concreto. Jesús dixit, “Oráculo del Señor".
Además, en Jesús tienen muy mala ‘prensa’ -pésima acogida, por cierto- aquellos que, por oficio, deberían hablar, y no lo hacen: callan. “Perros mudos” es lo mínimo que les dedica; vamos, lo más fino que encuentra. “Oráculo del Señor", nuevamente.
Tambien llama por su nombre -no se le olvida- a todos aquellos que ’sólo tienen palabras’: son mera palabrería o pura charlatanería. “Hipócritas” es también el calificativo con el que los juzga y señala. “Oráculo del Señor", por cierto.
No se me puede pasar por alto que, el personaje que aparece en el Evangelio como “sordo y mudo", es un “endemoniado": así se nos dice. Era una persona poseida por el demonio, que le hacía sufrir mucho. Y Jesús, misericordioso, liberó del demonio a aquel hombre doliente: Sal de él. (Mc 9, 25). “Oráculo del Señor".
Por supuesto, también condena el hablar de más; no digamos el hablar mal de otra persona, pública o privadamente: Daréis cuenta hasta de la última palabra dicha de más en el día del Juicio. Y añade: Según sean tus palabras, en efecto, serás reconocido como justo; según sean tus palabras, serás condenado (Mt12, 36-37). “Oráculo del Señor".
Bien podemos concluir que, en la Iglesia Católica, no existe la ‘vocación al silencio’; y menos cuando hay que hablar, porque pasa lo que pasa: en este caso, hay obligación en conciencia de hablar. Alto y claro.
La ‘vocación cristiana’ está en las antípodas del ‘oír, ver y callar’. Esa ’sumisión’ no es católica; es más, identifica a los musulmanes. Lo que identifica a los católicos es la LIBERTAD. La Vocación Cristiana, la que nos hace “hijos de Dios", es una vocación que tiene como primer fin la “imitación de Cristo", el “seguimiento de Cristo", es a lo que se llama “vida cristiana” o, más brevemente, “santidad".
Pero eso es para CONTARLO: “Nadie que se ha encontrado con Cristo puede guardárselo para sí". Este es el “compromiso” cristiano, la “misión” católica, la “vocación” que es -y se hace- “apostólica y proselitista". Me emocionó cuando en una entrevista radiofónica -la escuché unos días antes del DOMUND- oí el testimonio de un misionero salesiano que decía: ‘Yo estoy aquí por Jesús. Lo digo en todas partes: yo no soy un voluntario, ni un miembro de una ONG. Es mi vocación’.
Es Jesús mismo quien nos manda al mundo, a las gentes: “ut eatis!“, en un mandato imperativo del que nadie está exluido. Y no nos manda como “perros mudos", ni como estatuas, ni como marionetas. En la Iglesia no somos “los bancos“; no me refiero, naturalmente, al horizonte del dinero: me refiero a los bancos que hay en cualquier parroquia para sentarse. No somos los bancos -no existe esa vocación en la Iglesia-, somos las PERSONAS que van a la Iglesia, como el lugar privilegiado de encuentro con Jesús: para estar con Él. Y luego, contarlo.
Pero el deber de “hablar” se hace especialmente grave -tiene una mayor exigencia moral- cuando se trata de ayudar a los demás en lo que más importa: la Salvación. Jesús -lo recoge san Mateo- nos dice: “Si tu hermano peca contra tí, ve y repréndelo a solas. Si te escucha, has ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma contigo a una o dos personas, para que todo el asunto esté regulado sobre la palabra de dos o más testigos. Si rehúsa escucharlos, díselo a la asamblea de la Iglesia; si rechaza escuchar a la misma Iglesia , tenlo como un pagano y un publicano” (18, 15-17). “Oráculo del Señor".
Pero esto venía de mucho más lejos: ni más ni menos que de Ezequiel, desde el exilio de Babilonia. Y es también Palabra de Dios, como la de Jesús mismo: “Hijo del hombre, Yo hago de tí un guerrero en la casa de Israel. Cuando oigas una palabra de mi boca, tú les advertirás de parte mía. Si yo digo al pecador: ‘Vas a morir’; si tú no le adviertes, si tú no le dices que abandone su mala conducta a fin de que viva, él, el pecador, morirá por su pecado, pero a tí Yo te pediré cuenta de su sangre. Por el contrario, si tú adviertes al pecador, y él no se endereza de su maldad y de su conducta torcida, él morirá por su pecado, pero tu, tú habrás salvado tu vida. Si el justo adjura de su justicia y hace el mal, Yo le haré caer: él morirá. Pero como tú no le habías advertido, él morirá por su pecado, y no se recordará nunca más la justicia que había practicado; pero a tí te pediré cuenta de su sangre. Por el contrario, si tú has advertido al justo de que no peque más y, en efecto, él no vuelve a pecar, es seguro: él vivirá porque ha sido advertido, y tú, tú habrás salvado tu vida". (3, 16-21). “Oráculo del Señor".
Con la que está cayendo, el que quiera callarse que se calle. Yo, no. Pero vuelvo a decir que la “vacación de callados” no viene del Espíritu. Y mira que ha inspirado cosas…, alguna que se sale incluso mucho de lo “corriente"; pero ésa, fijo que no.
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