La religión, en esencia, trata de nuestra relación con Dios. La religión sustancialmente trata de Dios. El amor, el ser y el Ser, el conocimiento de las implicaciones que tiene ser, el conocimiento de lo que significa que exista un Ser Todopoderoso…
Si la teología la entendemos a la defensiva, casi como si perteneciéramos a un club de futbol, si todo esto lo entendemos como si de lo que se trata es de meter goles en la portería contraria, no vamos a tener los ojos abiertos para percibir lo correcto, lo valioso, lo benéfico de las otras personas que han reflexionado, sean de la teología de la liberación, luteranos, Barth o Marciano Vidal, la teología feminista o las antiguas y modernas reflexiones musulmanas.
Muchos de los grandes autores teológicos del siglo XX y tantos otros eran hombres en continuo diálogo con los escritos ortodoxos y con los mejores autores protestantes. Eran hombres abiertos con los ojos atentos a “los otros”. Cuando uno lee a toda esa corriente centroeuropea o al dr. Rowan Willians, y uno lee a monseñor Lefebvre y similares, uno se da cuenta de que son dos mundos distintos, dos universos teológicos. Y no es fácil establecer puentes entre la apertura y la cerrazón, entre el pensamiento puro y la teología que se encierra en sí misma. Entre la teología que busca nuevos enfoques y la que se limita a repetir, recopilar y defender el bastión con lo que ellos creen que es una loable pasión.
Sea dicho de paso, san Juan Pablo II apostó decididamente por un teólogo de signo inequívocamente aperturista: un profesor llamado Ratzinger. Podía haber optado por conservadores aparentemente más seguros, pero no lo hizo.
Me escribía una persona a mi email:
Padre Fortea:
Si usted dedica varios años a reflexionar sobre el infierno y a escribir un tratado al respecto, ¿eso cambia el infierno? Si lo que usted piensa acerca del infierno difiere de lo que otros han pensado sobre el tema, ¿eso significa que los otros están equivocados?, ¿hubo que esperar hasta que usted naciera y escribiera para conocer la verdad?
Creo que lo que significa es que la teología es una seudociencia. Si como usted dice, la teología cambia y evoluciona, es porque se basa en la imaginación de los teólogos, de los hombres. Es por eso que en los libros de teología se dice: ''Es lo que el teólogo tal llama...'' ¿De dónde sacó ese teólogo ese nombre y esa interpretación?: de su imaginación. Y al mismo tiempo, otros teólogos pueden llamar a lo mismo con otros nombres e interpretarlo de modos distintos.
Usted se ha erigido en defensor de Bergoglio, un hombre que ha enseñado cosas que usted mismo le corregiría a cualquier bloguero. ¿Eso no lo hace pensar?
Si los católicos se escandalizan por lo que Bergoglio enseña, ya que ese hombre dice que todo lo que habla y escribe es magisterio, ¿significa que hubo que esperar hasta que Bergoglio naciera y enseñara para conocer la verdad?
Mi respuesta fue la siguiente:
Estimado lector. Yo sólo creo en las Escrituras y en el Magisterio de la Iglesia. Los dogmas y la Tradición forman parte de ese Magisterio. Las demás cosas son opinables. Mientras yo me mueva respetando esos pilares de la fe, nada tengo que temer.
Pero si usted me pregunta si la comprensión que tengo de la existencia en un estado de apartamiento definitivo de un ser racional respecto del Ser infinito es distinta de la que tenía san Agustín, le contesto que sí.
Ambos creemos esencialmente en el mismo concepto. Pero san Agustín, santo Tomás de Aquino o san Alfonso María de Ligorio enfocaban esa realidad de un modo que no es el mismo que el mío. Añadían elementos accidentales que ellos consideraban ineludibles, pero que hacían de ese estado algo (en mi opinión) algo más cruel de lo que es.
A estas alturas de la comprensión teológica, puedo estar seguro de que ciertos elementos bíblicos respecto al infierno eran imágenes y sólo imágenes.
Pero eso no es sólo respecto al infierno. El Dios sustentador del infierno de Tomás de Aquino era un ser más inflexible y cruel que el Dios de Rahner o Benedicto XVI. Creían en el mismo Dios, pero con enfoques distintos. El Dios de san Agustín era el Dios que implacablemente aplicaba la ley objetiva de un modo que no puedo dejar de considerar cruel.
El Dios del Papa Francisco y el de Torquemada (que no es una figura mítica) es el mismo, y la fe es la misma. Pero el enfoque de la religión de ambos es notablemente distinto.
Sacerdote católico en chino es:
天主教牧师
‘Maestro-que-apacienta-en-la-doctrina-del-Señor-del-Cielo’
天主教牧师
‘Maestro-que-apacienta-en-la-doctrina-del-Señor-del-Cielo’
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