La liturgia diaria meditada - Eligió doce a los que llamó apóstoles (Lc 6,12-19) 28/10




Viernes 28 de Octubre de 2016
Santos Simón y Judas, apóstoles
Fiesta. Rojo

Simón tenía por sobrenombre “el Celote” o “el Cananeo”. Judas, llamado Tadeo, es autor de una de las Cartas católicas. No tenemos fuentes antiguas que los mencionen después de Pentecostés. Una tradición dice que ambos murieron en Persia. Su fiesta se celebra en forma conjunta desde el siglo X.


Antífona de entrada

Estos son los santos varones a quien el Señor eligió por su caridad sincera; él les dio la gloria eterna.

Oración colecta


Dios nuestro, que por la predicación de los apóstoles nos llevaste al conocimiento de tu nombre; te rogamos que, por intercesión de los santos Simón y Judas, tu Iglesia se vea enriquecida con nuevos pueblos que crean en ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas

Te pedimos, Señor, que recibas nuestras súplicas al venerar la gloria eterna de tus apóstoles Simón y Judas, y nos dispongas para celebrar dignamente estos santos misterios. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión    cf. Jn 14, 23

Dice el Señor: “El que me ama será fiel a mi palabra; mi Padre lo amará, iremos a él y habitaremos en él”.

Oración después de la comunión

Dios nuestro, después de recibir estos sacramentos, e impulsados por el Espíritu santo, te rogamos humildemente que el misterio celebrado en el martirio de los apóstoles Simón y Judas nos hagas perseverar siempre en tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        Ef 2, 19-22
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso.
Hermanos: Ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo. En él, todo el edificio se traba y se eleva para constituir un templo santo en el Señor. En él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu.
Palabra de Dios.

Comentario
El texto nos ayuda a entender que el pueblo de Dios es uno, es decir, en la unidad de una gran diversidad. Hoy vemos cuántas culturas, cuántas diferencias, se encuentran ante Cristo. No se trata, entonces, de que todos pensemos o vivamos exactamente igual, sino de que todos respondamos al mismo amor de Jesús.

Sal 18, 2-5
R. Resuena su eco por toda la tierra.
El cielo proclama la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos: un día transmite al otro este mensaje y las noches se van dando la noticia. R.

Sin hablar, sin pronunciar palabras, sin que se escuche su voz, resuena su eco por toda la tierra, y su lenguaje, hasta los confines del mundo. R.

Aleluya       
Aleluya. A ti, Dios, te alabamos y cantamos; a ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles. Aleluya.

Evangelio     Lc 6, 12-19
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor. Al bajar con ellos, se detuvo en la llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban curados; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.
Palabra del Señor.

Comentario

No habría nada más importante para el Señor que estos momentos de soledad ante el Padre. Eran tantas las palabras, los consejos, las recriminaciones, las incomprensiones, y tantas otras palabras a favor o en contra, que generaban más confusión que otra cosa. Por eso, estos momentos eran los que lo volvían a su propio centro y origen, a su vocación y sentido de toda su vida y misión.


Oración introductoria
Señor, yo también me acerco a Ti para ser curado de todo lo que me puede apartar del cumplimiento de tu voluntad. A mí también me llamas por mi nombre y me escoges para llevar tu Amor a todos los que me rodean.

Petición
Jesús, ayúdame a entender mi presente a partir del futuro del cielo que me espera e iluminarlo con espíritu de esperanza.

Meditación 

Hoy contemplamos un día entero de la vida de Jesús. Una vida que tiene dos claras vertientes: la oración y la acción. Si la vida del cristiano ha de imitar la vida de Jesús, no podemos prescindir de ambas dimensiones. Todos los cristianos, incluso aquellos que se han consagrado a la vida contemplativa, hemos de dedicar unos momentos a la oración y otros a la acción, aunque varíe el tiempo que dediquemos a cada una. Hasta los monjes y las monjas de clausura dedican bastante tiempo de su jornada a un trabajo. Como contrapartida, los que somos más “seculares”, si deseamos imitar a Jesús, no deberíamos movernos en una acción desenfrenada sin ungirla con la oración. Nos enseña san Jerónimo: «Aunque el Apóstol nos mandó que oráramos siempre, (…) conviene que destinemos unas horas determinadas a este ejercicio».

¿Es que Jesús necesitaba de largos ratos de oración en solitario cuando todos dormían? Los teólogos estudian cuál era la psicología de Jesús hombre: hasta qué punto tenía acceso directo a la divinidad y hasta qué punto era «hombre semejante en todo a nosotros, menos en el pecado» (He 4,5). En la medida que lo consideremos más cercano, su “práctica” de oración será un ejemplo evidente para nosotros.

Asegurada ya la oración, sólo nos queda imitarlo en la acción. En el fragmento de hoy, lo vemos “organizando la Iglesia”, es decir, escogiendo a los que serán los futuros evangelizadores, llamados a continuar su misión en el mundo. «Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles» (Lc 6,13). Después lo encontramos curando toda clase de enfermedad. «Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos» (Lc 6,19), nos dice el evangelista. Para que nuestra identificación con Él sea total, únicamente nos falta que también de nosotros salga una fuerza que sane a todos, lo cual sólo será posible si estamos injertados en Él, para que demos mucho fruto (cf. Jn 15,4).

La oración fue una compañera inseparable de Jesús. En todo el Evangelio le vemos orando, sobre todo en los momentos más decisivos de su vida: antes del Bautismo, al realizar varios milagros, en la Última Cena, en el Huerto de los Olivos, en la Cruz, etc.

Aquí se nos narra la elección de los Doce apóstoles. Eran los hombres con los que iba a comenzar la Iglesia y debían ser aptos para llevarla a buen término con paso firme. Por tanto, era una decisión importante, que no podía hacerse a la ligera. Necesitaba dedicar una noche entera para consultarla con su Padre.

De la misma manera, todas nuestras grandes decisiones deberían surgir tras un encuentro con Dios en la oración. ¿Y cómo sabemos si la respuesta viene realmente de Dios? Cuando Dios "ilumina" un alma por la acción del Espíritu Santo le envía algunas señales, por ejemplo, una profunda paz interior, alegría, amor, etc. 

Es lo que llamamos "frutos del Espíritu". Y por si hubiera dudas, nos damos cuenta de que esa solución está completamente de acuerdo con lo revelado en las Sagradas Escrituras. También es provechoso contar con la ayuda de un buen sacerdote que nos pueda orientar a encontrar la voluntad de Dios para nosotros, ya que ellos reciben unas gracias especiales para ejercer su ministerio.

También nosotros hemos de saber que entrar en la gloria de Dios exige la fidelidad cotidiana a su voluntad, aun a costa de sacrificios y del cambio de nuestros programas. El íntimo coloquio de Jesús con el Padre antes de la Pasión nos enseña, además, cómo la oración nos da fuerza de ser fieles al proyecto de Dios. 

Después, Jesús asciende a los cielos bendiciendo, un gesto sacerdotal para mostrar que, desde el seno del Padre, intercede siempre por nosotros. Él nos ha abierto el paso para llegar a Dios, y nos atrae hacia él, nos protege, nos guía e intercede por nosotros. Mirar a Jesucristo, que asciende a los cielos, es una invitación a testimoniar su Evangelio en la vida cotidiana, con la vista puesta en su venida gloriosa definitiva. Contemplemos a Cristo, sentado a la derecha de Dios Padre, para que nuestra fe se fortalezca y recorramos alegres y confiados los caminos de la santidad.

Propósito
Que todas nuestras grandes decisiones surjan tras un encuentro con Dios en la oración.

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18:24

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